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Cristina Losada

Ración de chapapote sin caza

En las autonómicas de 2005, prometía Zapatero que Touriño "nunca se irá de caza cuando Galicia sufra". Ahora, el presidente nos ha ahorrado tan encendidas y emotivas promesas. Algún efecto positivo había de tener la cacería de Garzón y Bermejo.

Como esos cómicos en decadencia que cuentan siempre los mismos chistes, el presidente del Gobierno ha vuelto a mentar el chapapote en tierras gallegas. Esta vez, sin embargo, de la historia del Prestige, tal como la venían contando los socialistas, ha desaparecido una pieza esencial. Aquella que servía para retratar la gestión del accidente, realizada por la administración del PP, como un agravio no ya político sino moral a Galicia entera.

Resulta que uno de los argumentos de peso que blandió el socialismo para culpar al Gobierno de entonces de "convertir un accidente en una catástrofe" fue el hecho de que Fraga hubiera ido a inaugurar una temporada de caza en los primeros días del suceso. Tanto se relacionó lo uno con lo otro, que ya parecía que don Manuel había hundido el Prestige de una perdigonada. Pero, en fin, el acto del presidente de la Xunta, tan obstinado en cumplir con su agenda como desdeñoso de la política de gestos o imagen, fue presentado como prueba incontestable de la mala gestión y de la indiferencia del PP hacia la suerte de Galicia. Pues, por si fuera poco, el ministro de Fomento también andaba de cacería aquel fin de semana.

 "Mientras Galicia lloraba por la catástrofe del Prestige, Fraga se iba de caza", clamaba Blanco en la campaña electoral de 2004. Y en las autonómicas de 2005, prometía Zapatero que Touriño "nunca se irá de caza cuando Galicia sufra". En esta enésima repetición del numerito del chapapote, el presidente nos ha ahorrado tan encendidas y emotivas promesas. Algún efecto positivo había de tener la cacería de Garzón y Bermejo. La ración de chapapote electoral viene ahora sin caza. ¡Albricias!

Pero la retirada de ese elemento demagógico, tan irracional como efectivo, no es lo único que ha dejado aquel relato socialista tan tocado como el petrolero chatarra cuando emprendió su último viaje. En enero, se difundía un informe de la abogacía del Estado que concluía que la gestión de la Administración había sido rápida y eficaz, y valoraba el alejamiento del buque como la mejor opción posible. Un diagnóstico que se fundamentaba, no en las opiniones de todos los capitanes de barco que de pronto y sin título aparecieron en la prensa y en los bares de España, sino en las pruebas aportadas durante la instrucción judicial.

Pues bien, Touriño desacreditó el documento que desguarnecía su versión del caso diciendo que había sido "cocinado" a conveniencia. O sea, que vino a afirmar que la Administración falseaba deliberadamente sus informes ante la Justicia. Y lo más escandaloso es que nadie se escandalizó en demasía. Ni siquiera el Partido Popular. Pues son los conservadores firmes creyentes en que el tiempo pone las cosas en su sitio, pero esperan, claro, que ello ocurra sin su intervención. Y ese es, a la postre, el motivo de que el guión socialista pueda seguir incluyendo su plato de chapapote en cada campaña electoral en Galicia.

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