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Cristina Losada

Sanidad, contra Bush y el SIDA

Algo tiene el Ministerio de Sanidad que hace a sus titulares aún más propensos que otros cargos públicos a entrometerse en la vida privada de la gente. So capa de que tal o cual comportamiento supone, al final, un gasto para la Seguridad Social, nos intentan meter por la vereda que les peta o les conviene. Ana Pastor nos quería quitar a todos del tabaco, aunque muriéramos de ansiedad en el intento. Su sucesora, Elena Salgado, quiere que andemos, como los ligones impenitentes, con un preservativo en el bolsillo.
 
No es la primera vez que los socialistas se aplican a promover el uso del condón. Ya lo hicieron en su anterior etapa de gobierno. Pero ahora han encontrado ahí un pequeño filón para marcar distancias no sólo con el PP y con el Vaticano, sino también con el mismísimo Bush. Así lo indicó la ministra, al situar su campaña frente por frente a las recomendaciones de abstinencia y fidelidad que hace el presidente norteamericano. La política contra el SIDA del Gobierno español se piensa nada menos que en directa oposición a la de Washington. Salgado versus Bush. He ahí los dos polos del debate sobre cómo luchar contra esa enfermedad. Para que luego digan que no pintamos nada en el mundo.
 
Salgado justificó la necesidad de la campaña en una encuesta del INE sobre salud y hábitos sexuales. Por lo visto, le alarmó el porcentaje de españoles que declararon no haber usado preservativo en las relaciones ocasionales. En efecto, el porcentaje era elevado. Pero resulta que el porcentaje de personas que decían haber tenido ese tipo de relaciones era reducido. La propia encuesta desmentía o matizaba así una de las afirmaciones más atrevidas de la ministra: que la fidelidad y la abstinencia son comportamientos que no se corresponden con la realidad de la sociedad.
 
Pero lo que le interesaba a Salgado era desmarcarse de los llamados puritanos, que tan mala prensa tienen en España, donde se pasó en un pispás de censurar el desnudo a mostrar los genitales por la tele, y quien se escandalice es carca. Y, de paso, lanzarle un zarpazo al nuevo enemigo que concienzudamente está construyendo este Gobierno: la Iglesia Católica. Para ello, no les importa retorcer los resultados de una encuesta.
 
Por si a la ministra le faltaran ideas para llevar adelante esta campaña que promete, le brindo una fácil: que los cineastas españoles, tan aficionados a meter escenas de sexo en sus obras, que se diría que las hacen para eso, se ocupen de que en ellas salga siempre el preservativo. No será mucho pedir a cambio de las ayudas que el Gobierno les va a seguir dando y aun aumentando. Único inconveniente: que el público, de momento, no aprecia como se merece el cine que hacen sus compatriotas. Pero todo se andará, que la legislatura es larga y las ansias intervencionistas, ardorosas.

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