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Cristina Losada

Utopía no eres tú

¿Qué puede hacer ZP sino engañar cuando él mismo es un engaño? Un fraude parapetado tras cuatro conceptos adquiridos en las rebajas de un todo a cien ideológico, sin el manual de instrucciones que hace falta para manejar debidamente esos artilugios.

Bien mirado, Zapatero tiene algo común con Ghandi. No, por cierto, la costumbre del Mahatma de dormir entre jóvenes desnudas a fin de recibir su calor, y sólo para eso, no vayan a pensar los maliciosos otra cosa. Tampoco el vegetarianismo y la austeridad, aunque es sabido que los comerciantes que mantenían su ashram se quejaban de que les saliera tan caro mantener pobre al apóstol del pacifismo. Ni, que sepamos, el libro favorito de ZP, si es que tiene alguno, versa, como el que releía Gandhi, sobre "El estreñimiento y nuestra civilización". El rasgo que comparte el presidente del gobierno español con aquel precursor de la desastrosa generación de Bandung es la irresponsabilidad. La ceguera ante las consecuencias de sus actos. Con una diferencia: la de Gandhi fue, probablemente, involuntaria.

El personaje cuyo mausoleo acaba de hollar ZP, contribuyó a desencadenar una dinámica que conduciría a uno de los enfrentamientos civiles más sangrientos del pasado siglo. Sus declaraciones pacifistas quedaron desmentidas por unos hechos que tomaron la forma de millones de víctimas y de la partición de la India. Aunque él no alentara la violencia ni, por supuesto, la practicara, muchos otros mataron y murieron en el curso del proceso que había puesto en marcha. Ignoró que un país tan dividido como estaba aquel entonces podía deslizarse, a poco que se le diera impulso, por la pendiente de la violencia. Y a pesar de que aquella situación y la nuestra no son comparables, sí lo son los errores de juicio. Como también el mantra favorito de ambos: la paz. Con una salvedad importante: donde en Gandhi había un fondo de creencia, en ZP hay un pozo de oportunismo. Nunca, hasta que llegó al poder, dejó constancia de ese profundo anhelo.

Y así pasa lo que pasa. Así pasa que escribe en el libro de honor del mausoleo que vivir en paz es la más grande utopía universal, y condena a la paz al territorio de lo irrealizable. Que acto seguido anota que España es un país en paz, luego un país que ha realizado la utopía. Y que, sin embargo, o por ello, pues la lógica no rige en este caso, el mismo individuo que garrapatea frases para los futuros Ionescos, esté empeñado en que aquí no hay paz y que él se va a ocupar de implementarla con una banda terrorista que ni habla de disolverse ni se arrepiente de sus crímenes.

La capacidad de Zapatero para el disparate es pasmosa, pero no sólo es fruto de su incompetencia intelectual. Las contradicciones y las inconsistencias que aparecen en sus declaraciones, incluso en una tan trivial como la que hizo en la India, nacen, sobre todo, de una voluntad de simulación. De momento, la declaración que descorría el telón para el primer decorado de la negociación con ETA, es la obra cumbre de esa voluntad. La de unos timadores chapuceros que confían en la candidez y en la estupidez de las víctimas para el éxito de su estafa. Pero, ¿qué puede hacer ZP sino engañar cuando él mismo es un engaño? Un fraude parapetado tras cuatro conceptos adquiridos en las rebajas de un todo a cien ideológico, sin el manual de instrucciones que hace falta para manejar debidamente esos artilugios.

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