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Cristina Losada

Willy y el peruano invisible

Como el bueno de Willy nunca se vería envuelto en una agresión a un inmigrante, ha habido que hacer ingeniería informativa a fin de que desaparezca el peruano y emerja en su lugar un potentado.

Día tras día he esperado en vano, de modo que ya doy por hecho que el dueño del bar de Lavapiés que recibió la visita de un piquete la noche de la huelga, no existirá nunca como inmigrante peruano en la memoria de nuestro buen progresista. No digo que el paso del tiempo le vaya a borrar ese dato de la cabeza, sino que el dato en cuestión le ha sido hurtado desde el principio. Ni una de las noticias publicadas en sus medios de referencia, ni una de las declaraciones emitidas en apoyo del actor involucrado y detenido, refiere que el local "visitado" pertenecía –y pertenece– a un inmigrante. Y cómo no. Es  un dato tan incómodo para la conciencia de los que se tienen a sí mismos por defensores del débil y oponentes de los poderosos, que lo mejor para su bienestar espiritual es, sin duda, que lo ignoren.

En realidad, la Unión de Actores ha ido aún más allá. Su nota de respaldo al colega arrestado hace lo que puede por transformar al propietario de un pequeño bar en un importante miembro de la patronal del ramo. Para ese sindicato, el peruano que de día trabaja en la construcción y de noche atiende su local, es "el empresario hostelero titular de la sociedad Barengo Hostelería S.L." o "el empresario hostelero", o sea, un potentado y, por supuesto, nada peruano. Pero compréndase el apuro en que se ha visto esta gente. Obligar a un boyante empresario hostelero esquirol a que cierre durante una huelga es un acto justiciero en defensa de los trabajadores. Sin embargo, intimidar a un inmigrante y causarle daños en su modesto negocio es un acto de  vandalismo muy semejante al que haría un grupito de matones xenófobos.

Marisa Paredes, Alberto San Juan, Juan Diego Botto y otros compañeros actores no hubieran ido a recibir con abrazos, a la salida del calabozo, al que participara en una agresión a un inmigrante por muy colega que fuese. Qué digo, la farándula entera hubiera exigido que no volviera a pisar un escenario. Pero como es evidente que el bueno de Willy nunca se vería envuelto en tal canallada, ha habido que hacer ingeniería informativa a fin de que desaparezca el inmigrante y emerja en su lugar un émulo de Arturo Fernández. Antaño se daba su merecido a los "traidores a la clase" sin mala conciencia,  pero ahora es distinto y los que se disfrazan de "clase obrera" en las fiestas de guardar han de andarse con más cuidado. Así que han hecho invisible al peruano.

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