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Cristina Seguí

Sí, sí... musa de la derecha

Los principios de todos ustedes son los que mueven y cambian una sociedad y su representación, ojalá crean que Vox merezca ser su motor de empuje.

Lo leo perpleja, lo escruto, como si el titular fuera a responderme, lo pone de verdad: "Cristina Seguí, la musa de la derecha". Como esas bombas de sensualidad opulentas en formas bajadas al calor terrenal de la arena de una playa sumergidas entre olas y menudos bikinis.

Me vienen a la cabeza aquellas preciosas mujeres reflejadas en el forro de la carpeta escolar de mi hermano, entonces todavía adolescente. Perfectas en el equilibrio entre su fantasía y aquellas glamurosas portadas del Vogue de finales de los ochenta. Ya saben: musas de pleno derecho, mujeres de insolente belleza.

¿Qué puedo decirles a los que me preguntan si me ofende estar en una de esas carpetas? "Verá… no. No me encumbra, no me limita, no me indigna ni me enorgullece". No se preocupen mis homólogas de género, mi oremus responde a dignos e ilusionantes objetivos, ya lo verán, les mantendré informadas.

Mi temor está íntimamente relacionado con otros criterios, ustedes me entienden; que en estos tiempos se diluya y pervierta el legado de mis padres y mis abuelos, o el que yo deseo dejarle a Lucas. Por culpa de otros; que lo venden o lo abandonan. Ustedes me entienden: mercenarios de los principios y los valores, no sólo de los suyos, sino de los nuestros. ¿Qué puedo decirles?, yo no estoy dispuesta.

Tengan la absoluta seguridad: lo mejor siempre parte de uno mismo; apasiónense con aquello en lo que crean, aliméntenlo y ocúpense de que crezca. No le confíen la tarea a nadie más, no permitan que degenere y defiéndanlo. Les aseguro que, más allá de las frases huecas y vacías, la defensa de sus principios acabará llevándoles al lugar exacto donde quieren estar. Mucho más lejos de etiquetas, estigmas, iconos dogmáticos y forros de carpeta.

Recién llegada al lugar donde quiero estar, gracias a mis principios y la inestimable confianza de personas buenas, les diré dónde está mi objetivo: a diez pasos del lugar donde les escribo sentada sobre un cojín, durmiendo todavía con chupete, abrazado a su moto roja y con 97 centímetros de brava estatura. Espero que algún día esté orgulloso de mí y que sepa que su madre no camina por la vida de puntillas.

Ya está bien de cargar a la política adjetivos abyectos por culpa de líderes tibios e inmerecidos. Que no son capaces de representar a las personas que les ascienden; que no son capaces de hacer políticas que protejan a éstas, en vez de agredirlas, para que puedan procurarse su propio bienestar; que no son capaces de rebajar a los asesinos a la categoría de lo inmundo con la falsa excusa de una pretendida supremacía moral y que no son capaces de defender la integridad de su legado frente a aquellos que sólo desean terminar con él.

Los auténticos líderes son los que inspiran orgullo en aquellos a quienes representan. Definan ustedes a los suyos, voten por deseo y no por castigo, por principios y no porque unos les convenzan de que son los dueños de su decisión. No crean o denuesten la política: hagan política.

Rechacen de plano la resignación de que el estado partitocrático que nos ofrecen es la única posibilidad, eso no venía implícito en ninguna cláusula pseudopolítica hecha por figurantes con siglas partidistas y fecha de caducidad. Tampoco venía que nos entregaran una papeleta predeterminada para banear y desproveer de autenticidad nuestro voto, y mucho menos que nos roben el derecho de representar la vilipendiada y manoseada soberanía nacional. Niéguense a aceptar que el día en que vuelvan a saborear las dulces mieles de la separación de poderes alguien les habrá hecho un regalo: eso les pertenece desde el inicio de la transición, es su legado, es su herencia.

Los líderes de cartón piedra expiran, los principios de todos ustedes son los que mueven y cambian una sociedad y su representación, ojalá crean que Vox merezca ser su motor de empuje.

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