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Daniel Blanco

El fútbol y sus plazos

Escribá había formado un bloque con resultado digno el año pasado. Una clasificación europea muy meritoria.

Escribá había formado un bloque con resultado digno el año pasado. Una clasificación europea muy meritoria.
Fran Escribá. | EFE

En el viaje de vuelta desde Madrid, a Fran Escribá (Valencia, 1965) le rondaban muchas cosas por la cabeza. Todas referentes al partido, una derrota rotunda en Getafe (4-0) que dejaba muy tocado al equipo que rompía, de golpe, una buena racha que ya duraba unos encuentros. Pero ninguna de esas ideas se relacionaban con lo que en la mañana de este lunes le han comunicado. Su destitución fulminante como entrenador del Villarreal, apenas trece meses después de su llegada.

El equipo había empezado mal, dos derrotas seguidas en Liga, pero se había rehecho de manera notable. Dos triunfos cómodos ante el Betis y en Vitoria, y otro ante el Astana en Europa League. Es verdad que el jueves pasado no habían pasado del empate ante el Espanyol. Era un comienzo irregular pero eran seis jornadas las disputadas. Nunca hubo en Primera dos ceses tras seis jornadas. Alavés y Villarreal ya han renunciado a sus proyectos con sólo un mes de competición.

Dicen que de carácter muy introvertido, algo distante. Muy cercano con las personas a las que aprecia, a las que tiene de su lado. Muy cortante con el exterior, con un armazón que se insinuaba en cada rueda de prensa, como si no expresara todo lo que tiene dentro. Escribá había formado un bloque con resultado digno el año pasado. Una clasificación europea muy meritoria. Él, que había arrasado con el Elche en un ascenso en 2013 histórico para los ilicitanos, y que había conservado la categoría en el terreno de juego dos temporadas consecutivas.

Su salida, traumática por el descenso administrativo del equipo en aquel verano de 2015, no fue un drama para él. Encontró acomodo en Getafe tan sólo días después de renunciar a la entidad alicantina. Esa temporada vivió una auténtica pesadilla. Casi salvado por enero, una racha infernal hundió a los azulones en la cola de la tabla para no volver a levantar cabeza. A ocho jornadas del final a Escribá le enseñaron la puerta de salida.

No parece razonable solventar un proyecto en un mes. Decidir que no eres válido, tan solo con 30 días de trabajo. Asumir que has fracasado a finales de septiembre. No es sano, no es válido ni siquiera en estos tiempos de cortoplacismo crónico. A Escribá no le han dado tiempo a resarcirse, tan sólo tres días después en el partido europeo o el domingo ante el Eibar. No debía haber buen rollo y deben tener al sustituto en cartera, ese hombre que habrá visto todos los partidos del equipo desde agosto, camuflado en la grada, sin hacer ruido, esperando a que su víctima, a la vez compañero de profesión, fuera cesado. Esto es el fútbol. Así de real, así de cruel.

Asumirá el valenciano su culpa en una rueda de prensa impoluta, seguro. Llena de buena educación, sin fisuras y sin echar leña al fuego. Le entrevisté una vez siendo técnico del Elche. Por teléfono me demostró lo escrito en párrafos anteriores, serio, algo distante pero no mal educado. Me confirmó también lo escrito hace unas líneas, su educación perfecta. Un tipo serio, hecho a sí mismo, que decidió ser primer entrenador, dicen, tras una bronca con su jefe durante siete años. Quique Sánchez Flores le llevó desde 2004 con él a todos los equipos como su mano derecha para acabar separándose por motivos laborales y, según algunos, personales.

Ahora Escribá reflexionará de todo, del fútbol en general. De cómo está montado este circo hace años. De cómo es posible que su equipo y el Alavés, por ejemplo, ya hayan finiquitado el trabajo de dos profesionales. De cómo ahora los veranos no importan porque un par de resultados negativos te echan a la calle. Pero reflexionará también sobre las vueltas que da la vida y que a él le han permitido, sin una gran experiencia, entrenar a un equipo europeo y que lucha por objetivos grandes. El fútbol, para bien o para mal, tiene estas cosas.

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