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Daniel Blanco

Este partido ya lo hemos visto

El Atlético tiene desde hace dos años un extraño romance con la victoria. Triunfo por encima de todo. Ganar sin importar cómo juegues, que casi nunca es perfecto.

El Atlético tiene desde hace dos años un extraño romance con la victoria. Triunfo por encima de todo. Ganar sin importar cómo juegues, que casi nunca es perfecto.
Mandzukic y Koke celebran un gol. | EFE

No es un equipo que te tenga delante del sofá enamorado de su juego, sin poder pestañear porque te pierdes algo que no quieres, bajo ningún concepto, que se te escape. No, ese no es el juego del Atlético de Madrid pero, sin embargo, tiene este equipo desde hace dos años un extraño romance con la victoria. Triunfo por encima de todo. Ganar sin importar cómo juegues, que casi nunca es perfecto. Algunas veces bien, muchas regular, algunas mal. Pero de un tiempo a esta parte ya no es el equipo de hace unos años. Gana y eso tiene contentos a sus aficionados.

Basa mucha parte de su juego (9 de los 11 goles este año) en el balón parado y el sábado volvió a ganar a balón parado porque es cierto que goleó al Sevilla casi sin querer, pero tres goles llegaron así, y el primero casi porque es un rebote que se cuela por la escuadra. Digo esto porque es muy importante que el Atlético se adelante en el marcador. Perderá pocos partidos si lo hace y ya no digamos si el 2-0 viene antes del descanso. Entonces nunca perderá un partido. Me atrevo a decir que nunca perderá puntos si eso sucede.

El Atlético encontró su mejor versión, sí. Pero la encontró haciendo una primera parte muy suya. Aprovechando cada fallo rival, despreciando la posesión, que casi no tuvo. Marcando un gol de rebote y otro a balón parado. 2-0 al descanso y no había pasado nada. Nunca un equipo le puede ganar al Atlético con ese guión. Nunca. Así pasó, que la rancia versión del Sevilla del otro día se hundió en la segunda parte donde, como en todos los partidos hasta ahora, el Atlético jugó mejor. Así cayeron otros dos y pudieron caer más. Es la constatación clara que al vagón del título de la Liga no se va a subir este año ningún invitado aparte de los tres grandes.

Que conste que esto es fútbol y no despreciamos por esto al Atlético. Sólo ponemos sobre el tapete que está claro que es otro fútbol, que no encandila tanto, pero que tiene atrapado al público neutral porque es la única vía que ha encontrado SImeone (quizá la única que haya) de igualar esto. La Liga es otra vez cosa de tres por este juego alejado de la vistosidad, pero muy cercano a la practicidad. Sin este fútbol el Atlético estaría muy lejos y, por supuesto, no habría ganado la Liga el año pasado.

Los rojiblancos no han perdido. Tienen 14 puntos, han marcado once goles, nueve de ellos a balón parado. Han recibido sólo cuatro tantos y están terceros en la tabla. Dan una muestra en todos los partidos que están para dar batalla y la darán seguramente. Esto ya no es sólo un buen comienzo. Es la constatación de que a la orilla del río se pide guerra. Dos de las víctimas en Liga ya han sido Real Madrid y Sevilla. No es tontería.

Sin embargo, muy pronto se ven los atléticos con el agua al cuello en Europa. Una mala noche en Atenas hace que el duelo del miércoles en el Calderón ante la Juve sea un drama. Perder sería casi despedirse y empatar no sería buena cosa. El sábado juegan en Valencia y los ché no están nada mal, también sin perder. Hay euforia, buenos resultados y, sin embargo, la primera semana de octubre ya puede marcar un punto de inflexión en la campaña rojiblanca. Así es el fútbol.

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Nos metemos en semana Champions. Este martes el Barça y el Athletic y el miércoles el Madrid además de los mencionados colchoneros. Ganaron los blancos en Villarreal y los culés al Granada. Nada nuevo. Mejor resultado que fútbol global. Y los leones empataron en casa ante el Eibar. Hay minicrisis y plantilla muy corta. Me da la sensación que no será la del Athletic una campaña de notable, a no ser que todo se encauce.

De la jornada mención aparte para Benzema. Ya habrá tiempo de hablar. Pero la jugada del 0-2 del Madrid es una barbaridad sublime. Será historia de otro artículo. Aunque me duele la lengua de tanto mordérmela.

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