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Daniel Pipes

¿Está Netanyahu virando a la izquierda?

La obstinación de los primeros ministros y la trayectoria de Netanyahu han hecho que me venga preocupando desde 2009 por una traición de este tipo.

La obstinación de los primeros ministros y la trayectoria de Netanyahu han hecho que me venga preocupando desde 2009 por una traición de este tipo.

Con Siria y Egipto en llamas, ¿por qué regresa a Oriente Medio el secretario de Estado John Kerry, en su sexta visita desde febrero, para abundar en la diplomacia itinerante centrada en el conflicto palestino-israelí?

En parte, porque él y otros progresistas creen que la guerra de los árabes y de los iraníes (¿y ahora también de los turcos?) contra Israel se base en el conflicto palestino-israelí, y, por tanto, resaltan este aspecto en exceso; en parte, también, porque comparte la ilusión progresista de que los asuntos relacionados con Israel representan el "epicentro" (como dijo en una ocasión James L. Jones, asesor de seguridad nacional de Obama por aquel entonces), así que han de resolverse antes de abordar cualquier otro problema de Oriente Medio.

Pero puede que haya otro motivo para el entusiasmo de Kerry: le ha tomado la medida al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; considera que va en serio en lo de alcanzar un acuerdo con los palestinos y que no sólo finge estar entusiasmado para agradar a Washington.

En cualquier caso, esta es la tesis de David M. Weinberg, de la Universidad Bar Ilán, que escribe lo siguiente en Israel Hayom:

Netanyahu ha venido haciendo apasionadas declaraciones sobre el proceso de paz nada típicas de él; declaraciones que van más allá de la previsible cháchara sobre el deseo de Israel de atraer a los palestinos y negociar una solución de dos Estados.

Weinberg considera que Netanyahu está "desesperado" por que haya movimiento diplomático y que ha aceptado el argumento izquierdista de que el statu quo es "insostenible". El autor cree que se está fraguando "una iniciativa unilateral israelí para ceder partes significativas de Judea y Samaria".

¿Por qué iba Netanyahu a hacer algo así, si se negó rotundamente a tratar del asunto en la campaña electoral? Weinberg señala la política doméstica:

Netanyahu no tiene otro asunto en su programa para sustentar su mandato. Necesita un nuevo mensaje que le vuelva a situar como líder ante la opinión pública, y la cuestión palestina es todo lo que tiene. La iniciativa en asuntos económicos y sociales ya la han tomado [sus rivales políticos y socios de Gobierno Yair] Lapid y [Neftalí] Bennett. Hay poco que pueda hacer respecto a la candente situación en Siria o en Irán. Su tarea es reaccionar con sabiduría y cautela a los acontecimientos en esos frentes, no conducir Israel a un enfrentamiento.

Weinberg señala que una retirada unilateral israelí haría "saltar por los aires" la alianza Lapid-Bennett, "la principal prioridad política de Netanyahu". Entonces, el primer ministro "se regodearía con las loas de las élites de Washington y Tel Aviv", captaría el apoyo electoral del centro y de la izquierda y, probablemente, avanzaría sin esfuerzo hacia otra victoria electoral.

Esta explicación no me convence: Irán supone una potencial amenaza a la existencia de Israel, y ocuparse de ella basta para sustentar su mandato. La opinión pública israelí está pendiente de Teherán, no de Ramala, y Netanyahu, que presume de dedicar el 70% de su tiempo a cuestiones de seguridad, difícilmente necesita de las relaciones diplomáticas con Mahmud Abás para demostrar su liderazgo.

Es más probable que sus motivos sean otros: como otros primeros ministros de Israel, Netanyahu sufre de lo que he denominado el complejo de Ben Gurión, un deseo de pasar a la historia judía como un líder destacado. (David Ben Gurión supervisó la fundación del Israel moderno). En su tercer mandato, Netanyahu, el primer ministro que ha ocupado el cargo durante más tiempo (excepción hecha del propio Ben Gurión), es aún más susceptible a esta aspiración.

Después de 1948, el complejo de Ben Gurión se traduce en querer acabar con las amenazas externas contra Israel. Por desgracia, esta noble ambición ha inspirado numerosas duplicidades y distorsiones. En 2004 describí así este fenómeno:

En primer lugar, todo primer ministro electo [desde 1992: Isaac Rabin, Ehud Barak, Ariel Sharón y Netanyahu] ha incumplido su palabra respecto a cómo negociar con los árabes. En segundo lugar, cada uno de ellos ha adoptado un planteamiento inesperadamente proclive a las concesiones.

En 1996, Netanyahu hizo una promesa electoral: si él estuviera al mando, Israel "nunca bajaría del Golán"; pero, apenas dos años después trató de ofrecer a Damasco todo el territorio del Golán a cambio de un simple pedazo de papel. (Si hubiera llegado a tener éxito, imagínense cuáles serían hoy las consecuencias, con Siria en ebullición y unidades de Al Qaeda acercándose a las fronteras israelíes). Por suerte, sus colegas de Gabinete impidieron que llevara a cabo ese disparate.

En estos días, el consenso de centro-izquierda repite que para eliminar la amenaza externa sobre Israel hay que acordar con los palestinos la solución de los dos Estados. (No estoy de acuerdo). ¿Dará Netanyahu un giro a la izquierda, desafiará a sus electores y firmará un acuerdo semejante para conseguir la reelección? La obstinación propia de los primeros ministros y la trayectoria de Netanyahu han hecho que me venga preocupando desde 2009 por una traición de este tipo a sus compromisos.

Pero puede que nos ahorremos el tener que conocer la respuesta: la intransigencia palestina está irritando a Kerry y podría, una vez más, aliviar la presión diplomática sobre Israel.

© elmed.io

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