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Daniel Rodríguez Herrera

El multiculturalista Bill Gates

Esa frase de Bill Gates recuerda demasiado a los mantras multiculturales, esos que aseguran que ninguna cultura es superior a otra y que no se debe juzgar a las demás según los parámetros de la occidental.

Es normal que a las grandes multinacionales de Internet presentes en China les resulte incómodo tratar el tema de los derechos humanos. Su presencia en el gigante asiático conlleva, necesariamente, la obligación de cumplir con las leyes chinas, leyes que suponen un grave atentado contra la libertad de expresión, de la que se nutre la Red para subsistir y, por tanto, supone la base del negocio de todas esas empresas. En distintos grados y medidas, tanto Google como Yahoo como Microsoft han pasado por el aro del totalitarismo comunista, lo que ha sido duramente criticado por Reporteros sin Fronteras.

Ante esta realidad, las empresas podrían adoptar una defensa utilitarista. Como ya argumenté en otra ocasión, en muchas ocasiones tendemos a mirar la realidad de otros países con la perspectiva del nuestro. Como estamos acostumbrados a nuestras jornadas de 8 horas, de lunes a viernes, nos parece inaceptable que haya multinacionales que monten factorías en países atrasados donde los jornaleros trabajen 14 ó 16 horas diarias, sin preguntarnos en ningún momento si esos empleos no son la mejor alternativa que tiene esa gente. Porque resulta que así es; tanto los sueldos como las condiciones de trabajo son mucho mejores en las multinacionales que en las empresas y explotaciones locales. En cuestión de libertades en Internet, lo que cabría preguntarse es si los chinos disponen de una ventana más abierta al mundo gracias a Google, Yahoo y Microsoft que si estas empresas no operaran en China.

Es posible que eso fuera lo que quisiera decir el renuente Bill Gates cuando le preguntaron por la persecución que las autoridades chinas llevan a cabo contra usuarios de Internet y contestó que, al fin y al cabo, interesaba que Internet posibilitara "un mayor acceso a la información disponible en ese país". Sin embargo, se equivoca de cabo a rabo cuando criticó la "tendencia a exportar a otros países las prioridades de Occidente". No es ningún error querer "exportar" la libertad de expresión o las jornadas de trabajo llevaderas con un buen sueldo. Puede serlo, en todo caso, querer imponerlas a toda costa sin tener en cuenta la realidad política o económica de esos países, que puede provocar que esos intentos resulten contraproducentes, pero incluso en ese caso hay que medir nuestras acciones siempre con el objetivo último en mente. Así, la mejora de las condiciones laborales debe ser precedida por un incremento de la prosperidad que la permita. Y la libertad de expresión en Internet en los países comunistas no pasa por sancionar o boicotear a las empresas de Internet, sino en minar la legitimidad de los gobiernos que imponen la censura. En ambos casos, el camino directo que es el que nos haría sentirnos mejor con nosotros mismos puede ser perjudicial.

Esa frase de Bill Gates recuerda demasiado a los mantras multiculturales, esos que aseguran que ninguna cultura es superior a otra y que no se debe juzgar a las demás según los parámetros de la occidental. Es una postura ridícula; las culturas tienen un propósito objetivo, que es servir a las personas, y serán mejores cuanto mejor realicen esa labor. Y si queremos una prueba irrefutable de la superioridad de la cultura occidental la tenemos en el sentido de las migraciones: son personas de otras culturas las que vienen a Occidente y no al revés. Y eso sin tener en cuenta que solemos llamar "occidental" prácticamente a cualquier cosa mínimamente civilizada. La cultura japonesa actual, por ejemplo, tiene poco de occidental, pero como respeta las libertades y la propiedad la colocamos dentro del club. Sin duda porque ha adoptado "las prioridades de Occidente".

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