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Una de las pocas aficiones tecnológicas a las que no soy adicto son las consolas. Quizá porque los juegos que me gustan ya están disponibles en el ordenador, de modo que, ¿para qué otro cacharro en casa? Lo único que echo de menos es poder jugar cuatro personas a la vez y montar timbas con los amigotes; no merece la pena la inversión, pues siempre hay otro que la hace. Pero el mundillo en sí resulta muy entretenido, con las peleas milenarias entre Sony, Sega, Nintendo y, últimamente, Microsoft. Y es que Bill Gates, que está en todo, quiso tener su parte del negocio y lanzó una consola llamada Xbox. Una consola que básicamente consiste en un PC con leves modificaciones. Ante un bocado tan poco suculento, los de Redmond decidieron ofrecerlo por debajo de coste, e intentar recuperar las pérdidas con la venta de juegos. Algo que ya intentaron compañías como Sega con pobres resultados. A pesar de ello, Sony y su PlayStation 2 son los reyes del mambo.

Uno de los motivos que se adujeron para justificar el enorme éxito de la PlayStation fue la facilidad con que podían piratearse sus juegos. Utilizaba un lector de CD y, si se le instalaba un chip que neutralizaba el sistema de protección, podía leer discos copiados. Con Xbox ha sucedido algo parecido. A los piratas les ha costado un poco más, pero los chips que permiten saltarse las barreras ya están disponibles. Es más, hace unos días, saltó la noticia de que la labor se podía realizar incluso sin chip alguno.

¿Podría esto beneficiar a Microsoft como favoreció en su día a Sony? No parece. Al fin y al cabo, la Xbox es un PC. Un PC un poco raro, hay que admitirlo, pero un PC. Y como tal, violar las protecciones puede servir para piratear juegos, pero también para instalarse un Linux, o para emplearlo en la reproducción de películas DivX. Y como vende por debajo de coste, Microsoft estaría sufragando los gatos de un buen montón de gente sin ninguna intención de adquirir sus juegos. Quizá lo mejor que podría hacer es no armar mucho ruido y que estos trucos circulen sólo entre los cuatro de siempre. Pero ya ha amenazado con demandas, publicitando aún más el hallazgo. ¿Cuánto le costará la broma?


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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