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El pasado 15 de octubre, la Asociación de Internautas empezó su particular Campaña Nacional por la Seguridad en la Red. Consiste en una serie de artículos de divulgación destinados a mejorar nuestra seguridad cuando utilizamos Internet. Es una lectura que recomiendo al usuario novato y no tan novato, pues incide en el aspecto en el que más tienen que mejorar los internautas: la educación.

Cuando somos pequeñitos, nuestros padres y profesores nos explican normas básicas de educación vial. Debemos mirar para todos los lados al cruzar la calle, hacerlo sólo en pasos de cebra, escudriñar los misteriosos gestos de los señores guardias, etcétera. Cuando crecemos, la cosa empeora al tener que adivinar que ese extraño símbolo encerrado en un triángulo significa que hay que tener cuidado con el viento mientras conducimos. Sin embargo, en Internet no hay nada parecido. Circulamos por la red sin tener la más mínima noción de seguridad vial. Y con eso no sólo nos perjudicamos a nosotros mismo, sino también a los demás usuarios.

Al fin y al cabo, muchos virus no tienen efectos destructivos, pero su rápido contagio embota las ya de por sí atascadas redes que disfrutamos. Y la mayoría de esos virus nunca actuarían si los usuarios siguieran unas normas básicas, tan básicas como cerrar la puerta al salir de casa por si los ladrones. Nunca hay que abrir adjuntos de desconocidos, y conviene asegurarse de que los textos escritos por nuestras amistades son largos, complicados o incluso personales, para asegurarnos de que no es algo automático escrito por un virus.

Los ficheros definen sus funciones por su extensión, es decir, por el texto que está detrás del último punto en el nombre de fichero. Hay extensiones como EXE, VBS, VBE, BAT, COM, WSH o JS, que indica que el archivo es un programa. En ese caso conviene no abrirlos jamás. Pueden ser un programita, un juego tonto, pero también un virus. Y al abrirlo, no sólo somos nosotros los perjudicados por los posibles efectos adversos, también lo serán aquellos que terminen contagiados por nosotros. Más o menos lo mismo que sucedería si circuláramos por el carril contrario en una carretera. Nosotros nos matamos, pero seguro que alguien más también. Para eso está el código de la circulación. Y para eso están estas normas. Está bien, además, que sean los propios internautas quienes nos las enseñen. La experiencia es un grado.


Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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