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Daniel Sirera

El llenazo de la Monumental

Más de 19.000 personas, la inmensa mayoría catalanes, han asistido a la corrida en una imagen que no se producía desde 1985. Los cimientos del nacionalismo se han tambaleado. De "provocación" han llegado a calificar esta corrida.

Barcelona se ha convertido esta semana en la capital mundial del mundo del toro. Después de cinco largos años sin pisar un ruedo, José Tomás ha regresado a la Monumental de Barcelona para demostrar que sigue siendo el maestro que siempre fue. Pero el fenómeno José Tomás también ha servido para zarandear nuestras conciencias dormidas, para recordarnos que no debemos dar las batallas por perdidas sin ni siquiera haber plantado cara.

Más de 19.000 personas, la inmensa mayoría catalanes, han asistido a la corrida en una imagen que no se producía desde 1985. Los cimientos del nacionalismo se han tambaleado. De "provocación" han llegado a calificar esta corrida. De hecho, los socios de Montilla y Zapatero quieren prohibir la fiesta nacional. Muchos socialistas, como la ministra de Medio Ambiente, también. El Parlamento de Cataluña ha limitado la libertad de los padres para educar a sus hijos al prohibir a los menores asistir a las corridas. Confieso que los míos sólo me llevaban a la plaza de toros a ver el Carrusel de la Guardia Urbana de Barcelona, pero tengo amigos a los que sus padres y abuelos llevaban desde niños a la plaza y no se han convertido ni en asesinos ni en psicópatas.

Los detractores de la fiesta afirman que "esta no es una fiesta catalana" y que "en Cataluña la gente no está por la labor de ver cómo torturan a un animal en vivo y en directo" e incluso que "la mayoría de catalanes ni siquiera sabe que la Monumental sigue abierta". ¡Gran argumento! Nada dicen del maltrato que dispensamos a cerdos, vacas, conejos, cocodrilos o zorros a los que también matamos para comérnoslos o lucir sus pieles. El tema es conseguir que desaparezca la fiesta nacional. No por nacional sino por española. En eso consiste su estrategia.

En Cataluña ya no se habla de España sino de Estado español, se multa a quién decide rotular su comercio en castellano, se impide a los padres que puedan elegir la lengua en la que quieran escolarizar a sus hijos, se insulta al adversario calificándolo de "facha" si habla sin complejos de España y se hace desaparecer la bandera española de nuestros ayuntamientos. Los dos únicos toros de Osborne que había en Cataluña y que fueron indultados por el Gobierno de España yacen tocados de muerte en L’Aldea (donde apareció decapitado y con las palabras "Puta España" pintadas en su cuerpo) y en la Nacional II a la altura del Bruc, donde un grupo de jóvenes independentistas serraron su estructura metálica.

¿Recuerdan cuando el consejero de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno tripartito propuso prohibir la venta de figuritas de toreros, toros y bailaoras de flamenco en las tiendas de la Rambla de Barcelona? En eso están. Por eso es tan importante el llenazo de este domingo en la Monumental.

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