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Daniel Sirera

La Cataluña secuestrada

Se nos acusa de anticatalanes por denunciar que en Cataluña se persigue el castellano, mientras se aplaude a quien propone que quien quiera educar a su hijo en castellano debe montar un colegio privado.

Si existe un hecho diferencial que caracteriza por encima de cualquier otro a la clase política catalana es la irresponsabilidad de sus dirigentes. El discurso del agravio y de la reivindicación permanente necesita identificar un enemigo sobre el que proyectar las frustraciones, los errores y la incompetencia de la izquierda y del nacionalismo catalán. Así, los partidos políticos que gobiernan en Cataluña y sus medios de comunicación afines, se han encargado de culpar al Partido Popular de crispar y atacar a Cataluña. Sólo así puede entenderse que, por poner un ejemplo, la manifestación que hace unas semanas recorrió el centro de Barcelona y que, en un principio, se convocó contra el pacto estatutario entre Mas y Zapatero, acabase siendo, como señalaron partidos políticos y medios de comunicación, una manifestación contra el PP.

En Cataluña es pecado criticar a Maragall, al tripartito o a una ley aprobada en el Parlamento catalán. Si no eres nacionalista te conviertes en un elemento antisistema y eres expulsado de la tribu. Y hoy por hoy, en Cataluña, sólo hay un partido que no comulga con el pensamiento único y que, por tanto, no se define como nacionalista. Sólo el PP no ha definido a Cataluña como una nación. Por eso, quién más está criticando hoy al PP en Cataluña son los socialistas. Tienen mala conciencia. A algunos de ellos les gustaría ser como nosotros, defender sin complejos la idea de España y no tener que renunciar, para llegar a fin de mes, ni a las convicciones ni a los principios. Por eso hacen suyo el discurso nacionalista de identificar al partido con el Gobierno y al Gobierno con Cataluña. Decir que atacar a Maragall es atacar a Cataluña funciona. Pero Maragall no es Cataluña ni el tripartito tampoco. Cataluña es mucho más que el Gobierno de la Generalitat. Transmitir estas ideas en Cataluña es muy difícil. La inmensa mayoría de los medios de comunicación privados se definen como nacionalistas y los medios de comunicación públicos (TV3, Canal 33, 3/24, TVE, La 2, Barcelona Televisión, Catalunya Ràdio, Catalunya Informació, COM Ràdio, RNE, Ràdio 4 y más) son utilizados para aislar política y socialmente al Partido Popular.

Nunca hasta ahora había sido tan difícil ser no nacionalista en Cataluña. Hoy, cuando el PP critica a Maragall se le acusa de ser anticatalán. Cuando el PP critica que Carod Rovira se reúna con ETA, se le acusa de ser anticatalán. El PP recoge firmas para que Zapatero pregunte a los españoles si creemos que todos debemos ser iguales en derechos y obligaciones, con independencia de que vivamos en Reus o en Jaén y se nos acusa de anticatalanes. Hoy, si el PP se reúne en Madrid para rendir un homenaje a la Constitución, se le acusa de anticatalán. Los nacionalistas aseguran que en España (para mi, en el resto de España) no entienden a Cataluña y culpan al PP, a la COPE, o a El Mundo, de estar detrás de una campaña contra Cataluña. No se sienten responsables de nada. Han enloquecido y se han creído sus propias mentiras. Si en Madrid se recela de los catalanes quizás sea porque uno de los partidos que gobiernan la Generalitat promovió el boicot a la candidatura olímpica de Madrid 2012. Si los valencianos y murcianos recelan de los catalanes quizá sea porque Maragall los ha acusado de malgastar el agua. Si los vascos recelan de los catalanes quizás sea porque Maragall les acusó de ser insolidarios y si los andaluces recelan de los catalanes quizás sea porque Maragall les acusó de vivir a costa de la solidaridad de los catalanes.

Se nos acusa de anticatalanes por denunciar que en Cataluña se persigue el castellano, mientras se aplaude a quien propone que quien quiera educar a su hijo en castellano debe montar un colegio privado. Se nos acusa de anticatalanes por defender que cada ciudadano pueda utilizar libremente cualquiera de las dos lenguas oficiales mientras que la Generalitat multa con 1.200 euros a aquellos comercios rotulados en castellano. Esta es la Cataluña que están construyendo: una Cataluña pequeña, privada de libertad, secuestrada por el poder absoluto de los nacionalistas.

En España

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