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Daniel Sirera

Sin sentido de España

Maragall quiere un Estatuto para hacer realidad la España en la que cree: una España de la que Cataluña no forma parte.

Resulta patético que el presidente de la Generalidad de Cataluña haya señalado que el Estatuto "está hecho con sentido de España". Patético porque Maragall nunca ha creído en la España que define la Constitución de 1978. El nuevo proyecto de Estatuto no sólo dibuja a Cataluña como una nación al margen de la española sino que enumera de manera exhaustiva los valores que definen la llamada "nacionalidad catalana". Este es un proyecto que excluye a todo aquel que, siendo y considerándose catalán, no comulga con esos principios y valores que ha definido el nuevo Estatuto de Autonomía.

No existe "sentido de España" cuando se establecen en el Estatuto valores y principios diferentes a los que inspiran el marco de convivencia de los madrileños, andaluces, vascos o valencianos. Por eso no debemos permitir que Maragall vaya al Senado a engañar a los españoles. Debemos decir bien alto que Maragall va al Senado a formalizar un certificado catalán de defunción de la España constitucional. El objetivo de quienes han impulsado este proyecto de Estatuto es redactar una Constitución catalana que obvie la pertenencia de Cataluña a España, en un claro intento de hacer realidad una ficción que sólo existe en sus mentes y que se resume en la idea de que Cataluña no es ni puede ser una parte de España.

No podemos ni debemos caer en la trampa de aceptar la existencia de una serie de valores partidistas que conviertan el Estatuto de Cataluña en un muro que separe a los catalanes o que nos discrimine o privilegie en relación al resto de españoles. El pluralismo, la libertad, la cultura y el control de la política son los únicos principios que deberían haber orientado el texto estatutario. Maragall quiere un Estatuto para hacer realidad la España en la que cree: una España de la que Cataluña no forma parte. Por eso defiende la necesidad de establecer unos derechos y deberes propios para los catalanes. Sólo así podrá trazar una línea entre los buenos y malos catalanes, entre los que se sienten identificados con esos principios y valores que nos definen por la negación del contrario (en este caso y por desgracia, España) y los que creemos en una Cataluña plural, llena de ciudadanos libres y responsables. Aspiramos, simplemente, a que la cultura y la educación sigan siendo los valores básicos que nos permitan garantizar esos mismos valores a las futuras generaciones de catalanes y catalanas, —también libres y responsables— en el marco de la España constitucional que nos ha permitido disfrutar de la mayor etapa de paz, libertad y democracia de nuestra historia.

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