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Dario Migliucci

Un pueblo de negociadores

Lo peor es que las negociaciones con mafiosos y terroristas no han sido iniciativa de un partido o de un Gobierno, sino que han implicado transversalmente a una gran parte de la clase política.

Un dicho popular muy difundido afirma que los italianos son un pueblo de navegantes, de santos y de artistas. Se trata de estereotipos del pasado, a los cuales quizás se tendrá que añadir en un futuro otro adjetivo: el de negociadores.

¿Son los italianos un pueblo de negociadores? Claro que no, sin embargo, la actitud de sus políticos empujaría a cualquier observador extranjero a concluir que el arte de la negociación está tan difundido en el Bel Paese como lo estaban en otros tiempos las ambiciones marineras.

En estos últimos días dos noticias relativas a extrañas maniobras subterráneas han inquietado a los italianos. Una se refiere al rumor cada vez más insistente, según el cual sus dirigentes políticos habrían tenido profusas negociaciones con Cosa Nostra, es decir con el hampa siciliana. Pocos días antes, unos periódicos extranjeros habían denunciado que las autoridades italianas, en lugar de combatir a los talibanes, les habrían pagado para que realizaran sus ataques contra territorios en los que se hallan tropas de otros países.

Se trata de sospechas atroces, tan clamorosas que pondrían en peligro la credibilidad de la clase política más virtuosa. Cabe preguntarse si la clase italiana se merece que le concedamos el beneficio de la duda.

La cuestión relativa a las negociaciones con la mafia es muy espinosa. En España se conocen muy bien los daños que puede producir una negociación con una banda armada. La negociación ofrece a los criminales un estatus de absurda legitimidad, además de la posibilidad de reorganizarse después de una extenuante lucha contra el Estado.

Las últimas revelaciones nos confirmarían que Roma trató con los líderes de la Cosa Nostra después de las matanzas de principios de los años noventa, en las que perdieron la vida los jueces Falcone, Borsellino y Morvillo, los agentes de sus escoltas y otros ciudadanos inocentes.

Lo peor es que las negociaciones no han sido iniciativa de un partido o de un Gobierno, sino que han implicado transversalmente a una gran parte de la clase política. Según revelan algunos ex miembros de la mafia que hoy colaboran con la justicia, la Cosa Nostra habría tratado antes con algunos actuales peces gordos del centroizquierda y posteriormente con Forza Italia, el entonces recién estrenado partido conservador de Silvio Berlusconi.

Algunos políticos lo han negado todo, otros en cambio ni han intentado justificarse. Por el contrario, más en serio se han tomado la otra acusación que les ha llovido encima en estos últimos días. Ha sido el periódico conservador Times quien, desde Londres, ha acusado a los italianos de haber llevado a cabo una negociación con los talibanes. Una imputación que ha provocado la reacción enfurecida del ministro de Defensa de Roma, Ignacio La Russa, el cual ha considerado esta afirmación como "basura y como un insulto a los soldados italianos que han fallecido en Afganistán".

¡Ojalá pudiéramos creerle! Por desgracia, los políticos italianos tienen que ajustar cuentas con su controvertida historia. La imputación, de hecho, no es nada nueva. Hace unos pocos años la prensa norteamericana aseguró que Roma había logrado liberar a sus rehenes en Irak y Afganistán gracias al pago sistemático de cuantiosos rescates. Se trata de negociaciones que se habrían llevado a cabo durante una legislatura con mayoría de centroderecha, sin embargo la izquierda no ha demostrado una particular indignación. Esto se puede explicar por el hecho de que algunos de los más grandes escándalos relativos a negociaciones con terroristas forman parte de la historia de la izquierda italiana. No gobernaba la derecha en el bienio 1993-1994, cuando el Gobierno de Roma fue acusado de haber ofrecido dinero a los señores de la guerra somalíes a cambio de no atacar las tropas italianas. Y, sobre todo, fue el partido socialista de Bettino Craxi quien, en 1985, permitió la liberación de los terroristas palestinos responsables de la muerte de un hombre parapléjico asesinado brutalmente en un barco italiano por ser judío y estadounidense.

Antonio Di Pietro, líder de un partido italiano que se declara abiertamente hostil a Berlusconi y a la vez a los socialistas, afirmó que la única operación política decente llevada a cabo por Bettino Craxi fue precisamente su voluntad de enfrentarse a los norteamericanos en aquella ocasión. Aquí tenemos una clave de lectura para los hechos de estos últimos días. Nos gustaría rebatir sin más las acusaciones contra la clase política italiana, sin embargo nos vemos obligados a tomarlas en seria consideración. En efecto, parece que negociar con mafiosos y terroristas ya se considera legítimo en todos los bandos de la política italiana.

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