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David Pérez

Nos gusta España, ¿por qué romperla?

Sería muy estimulante en términos democráticos que los socialistas trataran al PP con la mitad de respeto con el que tratan a Otegi y sus pistoleros.

Hace un año escribí un artículo en el que resumía la sucesión de errores, rectificaciones, provocaciones y ocurrencias desplegadas oportunamente como cortinas de humo durante el primer año de gobierno de Zapatero y planteaba mi temor a que todo eso sólo fuera un adelanto de lo que finalmente ha ocurrido. Los peores augurios se han verificado. Más que hacer un balance de todos los despropósitos que ha protagonizado ZP, quiero simplemente plantear mi indignación e incomprensión de todo lo que este señor está haciendo con España.

No entiendo por qué España tiene que ponerse a los pies de los caballos nacionalistas, que la reparten como si fuera un botín. ¿Quién ha autorizado a Zapatero a romper nuestro país? A los españoles nos gusta España, y no hay ninguna necesidad de aniquilarla para que un pésimo gobernante equilibre su precario gobierno.

No entiendo por qué el PSOE ha perpetrado esta monumental traición a nuestra democracia y por qué al menos no llevaba su proyecto disgregador en el programa electoral. Al menos así no hubiera engañado a nadie. Pero es que nadie ha votado este proceso. Nadie. Y muy pocos lo quieren. Entonces, ¿por qué se hace?

No entiendo por qué España tiene que ser humillada por los caciques, reyezuelos y dictadores más impresentables del mundo. ¿Por qué lo permitimos? ¿Por qué mantenemos nuestras ayudas y nuestros apoyos a quienes nos insultan y desprecian?

No entiendo por qué se detiene a unos ciudadanos inocentes por militar en el Partido Popular, como si estuviéramos en Cuba, mientras desde el PSOE se intenta deslegitimar y estigmatizar por todos los medios a un partido democrático como el PP que aporta estabilidad, moderación, prosperidad y sentido común a nuestro país, frente al desasosiego, extremismo, incertidumbre e improvisación que aportan los socialistas. Sería muy estimulante en términos democráticos que los socialistas trataran al PP con la mitad de respeto con el que tratan a Otegi y sus pistoleros. A los militantes del PP se les detiene mientras que a los batasunos se les pone alfombra roja, tan roja como la sangre de sus víctimas. Yo confieso que no lo entiendo.

No entiendo por qué Zapatero obliga a los españoles a inclinar la rodilla ante los asesinos de ETA, mientras desprecia la memoria de sus víctimas y arrastra al Parlamento en su desconcertante política, por llamar de alguna forma a su sectario electoralismo, lleno de mentiras y manipulaciones.

Los españoles teníamos un país moderno, plural, libre, civilizado, solidario, moderado, optimista, próspero; probablemente, el mejor país del mundo. Ahora tenemos un país donde unas comunidades autónomas practican la insolidaridad más vergonzosa y niegan el agua que les sobra a otras regiones que la necesitan desesperadamente; un país donde quien marca la política es una banda de asesinos que tienen al Gobierno a sus pies; un país que pierde terreno en Europa por culpa de una penosa negociación de Zapatero; un país donde se nombra ministro de Interior a un señor como Rubalcaba, cuya actuación política no está precisamente exenta de sombras; un país donde el presidente compra su permanencia en el poder con el patrimonio histórico y democrático de todos los españoles; un país donde se vulneran las garantías constitucionales de los ciudadanos por su ideología. Un país, en definitiva, que no hubiéramos imaginado hace tan sólo dos años ni en nuestras peores pesadillas.

¿Qué necesidad había de liquidar las bases este país que se llama España, donde a nadie se le excluía, donde todo el mundo opinaba sin temor a ser represaliado, donde la gente convivía en paz, y cada cual daba lo mejor se sí mismo en un proyecto común? Nos gusta España, ¿por qué romperla?

En España

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