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David Pérez

Cosas que sólo pasan en la España de Zapatero

Parece mentira que, como ya pasó en el anterior Gobierno socialista, otra vez se destruye el empleo, se pone en cuestión el sistema de pensiones, se dispara el déficit y suben los impuestos. Y a eso se le llama "social".

Son tantos y tan variados los despropósitos que nos regala cada día el Gobierno que a veces parece que la única manera de soportarlos es acostumbrarse a ellos. Pero no todos valemos para convivir con el disparate, y cuando se repasa el catálogo más reciente, los desatinos parecen amontonarse y cobrar fuerza como una bola de nieve. En la España socialista, pueden pasar cosas que desafían toda lógica. Veamos algunas cosas que sólo pueden pasar en la España de Zapatero:

Que ETA pueda recibir un aviso procedente nada menos que de la Policía para advertirle de una operación contra el terrorismo.

Que en plena crisis el Gobierno decida subir los impuestos un 17% a todas las familias y empresas que ya sufrían el efecto Zapatero en sus hogares.

Que quienes se autoproclaman garantes de la protección social y después de haber prometido lo contrario, se baje las pensiones e incluso se cuestione su viabilidad, como ya hiciera Solbes en 1994, cuando aconsejó que la gente se hiciera un seguro privado.

Que tengamos un déficit del 10,5%, un paro que ronda ya el 20% y según el FMI todos los países de nuestro entorno vayan a crecer menos España.

Que, como ya pasó en el anterior Gobierno socialista, otra vez se destruye el empleo, se pone en cuestión el sistema de pensiones, se dispara el déficit y suben los impuestos. Y a eso se le llama "social".

Que en plena crisis el Gobierno se permitiera romper el diálogo con los empresarios y que los sindicatos protesten contra ellos mientras callan ante el paro.

Que el ministro de Trabajo se declare incompetente para frenar el paro y se quede sentado en su sillón, como sus otros tres compañeros de Gabinete cuyos inútiles Ministerios perviven a pesar del mandato del Congreso de los Diputados para desmantelarlos.

Que Zapatero prometiera "hacer del Parlamento el centro de la vida política" y ahora practique una política implacable de veto, opacidad y desprecio a las Cortes, reducido a un descarnado mercado de compra y venta de apoyos parlamentarios y a un juego del escondite con Zapatero.

Que se dé alas a todo tipo de desvaríos estatutarios nacionalistas que inventan naciones, mientras se considera cuestionada y cuestionable la misma realidad de España.

Que el Gobierno conmemore el Aniversario de la Constitución Española con dicho desafío estatutario en pleno auge, amenazando con censurar internet, retirar crucifijos y que el PSOE no tenga ningún escrúpulo en votar en contra de la propuesta de Esperanza Aguirre, en nombre de la Asamblea de Madrid, de incluir un criterio tan elemental como el de equidad en la financiación autonómica.

Que las niñas puedan abortar sin conocimiento ni consentimiento de sus padres, y que un ser humano indefenso pueda ser eliminado (y de qué forma, y en qué número) sin protección alguna, y que esto se llame progresista.

Que las menores puedan tomar sin receta ni control médico ni conocimiento familiar alguno, una bomba hormonal con tantas contraindicaciones y efectos secundarios como la píldora abortiva.

Que se presente una misión bélica como Afganistán como una especie de misión de cooperación y que la España súper pacifista de Zapatero se haya convertido en la octava potencia mundial en exportación de armas a regímenes tan pacíficos y democráticos como Irán, China, Cuba o Venezuela.

Que se lleve a España a claudicar ante Marruecos, ante Gibraltar, ante los piratas o ante quien sea, sin mayor miramiento y echando por tierra posiciones diplomáticas mantenidas desde hace cientos de años, hasta la llegada de ZP.

Que el presidente de todos los españoles, a quienes debería intentar no avergonzar, vaya a una cumbre internacional y diga que "la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento" o se vaya a orar con Obama después de practicar aquí un laicismo feroz, y se atreva a leer la Biblia y a pronunciar un piadoso y fervoroso sermón. O sea, que tan pronto se mete a poeta como a reverendo.

Como se ve, en la España de Zapatero parece posible casi cualquier cosa. Bueno, menos una: que se cree empleo.

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