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David Vigario

Monago no quiere ser Del Bosque

El Gobierno de Monago debe alejarse cuanto antes de una euforia mal entendida para no permitir que el PSOE vuelva al poder.

El Gobierno de Monago debe alejarse cuanto antes de una euforia mal entendida para no permitir que el PSOE vuelva al poder.

La derrota electoral en las elecciones europeas -el PP las había perdido siempre en Extremadura, y por mayor diferencia- y la polémica moción de censura planteada por el líder del PSOE local, Fernández Vara -que sirvió para poner el foco en un dirigente hundido hasta entonces-, han provocado la reacción política de José Antonio Monago.

El barón extremeño tomó la iniciativa la semana pasada y afrontó una remodelación de su Gobierno a la que se resistía desde el verano pasado. Fue entonces cuando precisamente los dos consejeros salientes -el de Economía y el de Administraciones Públicas- le plantearon la posibilidad de abandonar el Ejecutivo. Entonces, Monago les pidió a ambos que permaneciesen en su equipo para no dar una imagen de fractura en una situación económica aún muy complicada para la región, con un nivel de paro en los máximos históricos.

Ahora, con cinco trimestres consecutivos de descenso del desempleo, la situación es algo distinta. Pero, sobre todo, la clave para el golpe de timón de Monago tiene por objetivo volver a tener la iniciativa política. Iniciativa que mantuvo durante tres años ante un PSOE perdido y melancólico, como un auténtico boxeador sonámbulo, tras verse desalojado del poder después de 29 años de gobierno.

Esa tendencia abrumadora (todas las encuestas le aproximaban a la mayoría absoluta para las próximas elecciones, y su valoración era muy superior a la de su oponente) no quiere perderla Monago. El PP, sin duda, ha acusado de forma notable el golpe de la derrota en las europeas. En la misma proporción, pero a la inversa, el PSOE se ha beneficiado de los resultados. Los socialistas estaban hasta mayo hundidos; ponían en duda incluso que Vara fuera el candidato ideal. Los comentarios de los pesos pesados del ibarrismo temían que el accidente, como siempre consideraron la derrota electoral de 2011, podría volverse a repetir de manera dramática.

¿Se ha apagado la estrella de Monago, como propaga eufórico algún faldero mediático que mendiga por los aledaños de Moncloa y que le está esperando con el hacha en la mano por haber sido criticocon algunas medidas de Rajoy? ¿Es posible que antes fuera tan bueno y ahora tan malo? ¿Tenía antes ganadas las elecciones y ahora las tiene completamente perdidas?

Carece de rigor y no parece demasiado serio el diagnóstico de un extremo o del otro, si se conoce bien esta región y se tienen en cuenta sus características intrínsecas. Un región cuya sociedad civil ha vivido anestesiada durante tres décadas de gobierno socialista, empujada a vivir de la subvención y el empleo público. A esto se añade la crisis institucional, moral y ética de ámbito nacional, a la que el Ejecutivo de Rajoy no ha sabido dar respuesta.

Sólo hace falta echar un vistazo a los colegios electorales más proclives al PP en Extremadura en las pasadas elecciones europeas para comprobar cómo sus habituales votantes se quedaron en casa. ¿Volverán el próximo mes de mayo a votar a Monago, y su abstención sólo habrá sido un aviso? Ésa es la gran pregunta aún por dilucidar, y por la que se afana Monago.

Tras los resultados vio que llegaba el momento de dar el paso que no ha dado Rajoy: remodelar su Ejecutivo, dotarlo de aire fresco, renovar energías, alejarse de la autocomplacencia y de la confianza basada en que la débil recuperación económica servirá para ganar las próximas elecciones.

Si el PP extremeño quiere repetir la gesta -en 2011 se quedó a sólo un escaño de la mayoría absoluta, y está por ver que si vuelve a ganar las elecciones en minoría los diputados de IU se vuelvan a abstener para permitirle de nuevo gobernar-, deberá volver a sudar la camiseta para llegar a la última calle del último pueblo, como ocurrió en la pasada campaña.

El Gobierno de Monago debe alejarse cuanto antes de una euforia mal entendida –entre otras cuestiones- para no permitir que el PSOE vuelva al poder y repetir el mismo modelo productivo de la subvención. Eso sería el golpe definitivo para Extremadura.

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