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Diana Molineaux

Con la música a otra parte

Después de hacer grandes planes para un lujoso dúplex de 800 metros cuadrados en la mejor zona de Manhattan y anunciar a bombo y platillo que lo cambiaba por otro local en el barrio negro de Harlem, "mi lugar preferido en Nueva York", parece que el presidente Clinton tendrá que empezar de nuevo la búsqueda: el despacho elegido está ya alquilado por el ayuntamiento para un centro de rehabilitación, lo que levanta sospechas de que el ex presidente ha perseguido una fórmula para sacar una ventaja política.

Puestos a pensar mal, se puede sospechar también del polémico perdón de millonario Marc Rich, porque ahora resulta que podría ser nulo en virtud de un defecto "técnico", pues el documento indica que se le perdonará "después de cumplir la sentencia" que Rich ni cumplió ni recibió porque evade la justicia desde hace 17 años.

Ciertamente, Harlem le beneficia políticamente, pues se hace perdonar su visita del pasado fin de semana a un club de golf de la Florida vedado a los negros. También pone en práctica lo que predicó durante su presidencia, de fomentar el desarrollo de las áreas urbanas más pobres pues es innegable que la oficina del ex presidente será un estímulo para el desarrollo económico del barrio y la presencia de los agentes encargados de protegerlo aumentará la seguridad en el vecindario.

La decisión de abandonar el elegante edificio Carnegie puede deberse a algo más prosaico: el alquiler era tan elevado que el departamento encargado de aprobarlo no se avenía a pagar 88 millones anuales.

Clinton además se había comprometido a pagar 52 millones, pero quizá el dinero no fluirá con tanta generosidad como los Clinton esperaban: tras la reacción por su primera conferencia pagada de la pasada semana los directivos del banco Morgan Stanley, que lo "invitaron" con un honorario de 20 millones, tuvieron que excusarse ante los airados clientes que amenazaban con cerrar sus cuentas como protesta. Esta reacción ha causado ya la cancelación de su segunda conferencia, organizada por un agente de bolsa de Nueva York.

Está seriamente amenazada su cotización de conferenciante, de la que depende el matrimonio Clinton para financiar sus elevados gastos. Hillary tiene ingresos limitados en su calidad de senadora y el contrato de 8 millones de dolares por sus memorias se irá en impuestos, abogados por sus procesamientos anteriores, las hipotecas y remodelación de las mansiones en Nueva York y Washington. Ni siquiera pueden decorarlas con los muebles de la Casa Blanca, que han tenido que devolver y los dos sueldos combinados, de unos 70 millones brutos al año, no les permiten mantener casi ni una de sus dos casas.

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