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Diana Molineaux

La fuerza política de los hispanos (y 5)

Mientras los Reyes prosiguen su periplo americano, se van divulgando más cifras que confirman la creciente influencia de los hispanos en Estados Unidos, convertidos en una década en un elemento que pocos políticos pueden dejar de lado.

En California, su presencia ha convertido a la población de origen europeo en una minoría: en tan solo diez años, han pasado de ser el 75 por ciento, a tan solo el 47 por ciento. Es probable que en el próximo censo los hispanos les sobrepasen en número, porque su crecimiento no se debe tanto a la inmigración, sino a los índices de natalidad que difícilmente cambiarán en poco tiempo.

No han pasado más que seis años, pero con la nueva perspectiva parece una eternidad cuando los candidatos políticos esperaban ganar elecciones en campañas contra los inmigrantes. Hoy en día está claro que los republicanos han perdido California, la más preciada joya electoral del país, a causa del voto hispano.

El presidente Bush, en cambio, se convirtió en el primer gobernador de Texas elegido para un segundo mandato, gracias al apoyo hispano que, con un 47 por ciento de respaldo, fue el mayor que jamás tuvo un candidato republicano. Incluso contribuyeron a la elección presidencial, pues el escaso margen que le dio el estado clave de la Florida no hubiera sido posible sin el voto cubano.

Precisamente esta es la gran fuerza de los hispanos: su voto no está comprometido y los políticos ven abierto el campo para competir a la hora de ganarse su apoyo. A diferencia de otras minorías, como la negra, sólidamente en campo demócrata, han demostrado que se inclinan por quien mejor defiende sus intereses.

El problema es saber cuáles son los intereses de este sector tan variado. Ni son iguales los valores que traen al llegar, ni sus preocupaciones cuando ya se han afincado. Los inmigrantes de hace veinte años tienen aspiraciones de clase media, como rebajas fiscales, muy distintas de quienes malviven con el salario mínimo. Ni siquiera el idioma se valora igual. Quienes llegaron con estudios quieren defenderlo, mientras que los peones y campesinos casi se ofenden cuando les hablan en español, una lengua cuya cultura desconocen y no aprecian, pero identifican con la pobreza que les rodea.

Lo que se vende en California no es necesariamente lo que atrae en Nueva York o la Florida, y los candidatos locales se adaptan a las diferentes necesidades. Pero para un "candidato federal" como el presidente, el panorama hispano es todo un rompecabezas que ha de resolver si quiere ser reelegido dentro de cuatro años.

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