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EDITORIAL

11-M, un mes después

Hace un mes, España sufrió el atentado más terrible que ha tenido lugar en el mundo desde el 11-S. Un atentado que ha tenido hondas repercusiones políticas en uno de los principales miembros de la Coalición internacional que liberó a Irak de una de las peores tiranías que ha visto el mundo desde la II Guerra Mundial. Los españoles, tres días después, fueron a las urnas todavía en estado de shock. En un estado de vulnerabilidad similar al inducido por las torturas psicológicas cuyo objetivo es destruir la voluntad del que las sufre.
 
La izquierda aprovechó ese estado de vulnerabilidad psicológica para consumar lo que puede considerarse como un nuevo género de golpe de Estado en el que no son necesarios los tanques ni los fusiles. Un golpe de Estado en el que sólo son necesarios micrófonos y cámaras de televisión con los que crear y difundir una realidad virtual lo suficientemente creíble para que los ciudadanos obren en consecuencia. Esa realidad virtual, transmitida machaconamente durante los días 12 y 13 de marzo en los medios de PRISA y refrendada por Rubalcaba unas pocas horas antes de la convocatoria electoral, era que el Gobierno mentía y ocultaba información acerca de la autoría de los atentados. Que los atentados eran la consecuencia de la participación de España en la Coalición internacional que liquidó el régimen de Sadam. Que España merecía un Gobierno que no mintiera.
 
Ahora ya sabemos con toda certeza que los autores materiales –aún queda la duda de una posible colaboración entre ETA y Al Qaeda‑ de la masacre del 11-M fueron terroristas islámicos ligados a Al Qaeda. Y, apenas un mes después, gracias a la eficaz y abnegada labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, cinco o seis de esos terroristas están muertos tras la explosión que provocaron en Leganés y que costó la vida a un GEO, y el resto está en la cárcel. Sin embargo, en ese trabajo ejemplar queda una mancha difícil de borrar: las filtraciones que, sin duda, recibieron Rubalcaba y PRISA, en primicia y antes que el Gobierno, acerca del desarrollo de las investigaciones sobre la autoría de los atentados, entre los días 11 y 13 de marzo. Unas “oportunas” filtraciones que, acompañadas de la exageración de PRISA –el inexistente cadáver del terrorista suicida‑ y de la teatralidad de Rubalcaba, confirieron verosimilitud a la tesis de que el Gobierno mentía y ocultaba información.
 
Hoy sabemos que la guerra de Irak no ha tenido que ver con los atentados del 11-M. Sabemos que los terroristas ya planeaban atentar contra España antes de que el Gobierno de Aznar decidiera apoyar a la Coalición. Hoy sabemos que, tarde o temprano, los terroristas atentarían contra España, no por lo que hiciera o dejara de hacer su Gobierno, sino porque España representa todo lo que los terroristas odian: es un país libre y democrático que, además, una vez perteneció al Islam.
 
La catadura moral de una izquierda que lleva el golpismo en su código genético ha quedado una vez más al descubierto: no se ha conformado con expulsar del poder por medio de la infamia, el insulto y la agresión al mejor gobierno que ha tenido España en su historia reciente. No se ha conformado con llegar al poder trepando por una pila de cadáveres. Quiere la total marginación política del partido que ha sustentado a ese gobierno. Y, para ello, aun a pesar de que ya se conoce la verdad de lo sucedido, no tiene empacho en convertir manifestaciones contra el terrorismo en mítines anti-PP, donde el primer partido de España aparece como primer y principal culpable de las masacres que perpetraron los terroristas. Ni un solo grito en contra de Al Qaeda. Ni un solo grito a favor y en recuerdo de las víctimas.
 
A los dirigentes del PSOE que acudieron a la manifestación de Leganés, como la futura vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, sólo les interesa una cosa de las víctimas: utilizarlas como justificación de su victoria electoral y como palanca para echar al PP de la escena política. España no se merece el gobierno sectario que intenta formar Zapatero so capa de pluralismo. España no se merece a María Teresa Fernández de la Vega ni a Rubalcaba. España se merece un gobierno que no mienta ni manipule.
 

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