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EDITORIAL

12 de octubre: España y libertad

Este 12 de octubre, los ciudadanos de bien deben salir a la calle a celebrar que España siga siendo una realidad viva y vigente, porque es la única garantía que tenemos de nuestras libertades.

La propuesta de Rajoy, en un país medianamente normal, no se hubiera producido por resultar completamente innecesaria. No hace falta esperar al 4 de julio en Estados Unidos ni al 14 en Francia para sus ciudadanos saquen a pasear su bandera, que puede verse ondeando en numerosos lugares –no oficiales– cualquier día del año. Tampoco es preciso que el líder político de uno de los dos principales partidos pida a los ciudadanos que celebren la fiesta de la nación mostrando sus símbolos; lo

El problema en España lo ha inventado la izquierda o, para ser más exactos, la fracción de ésta a la que se suele llamar progresía; no la más importante numéricamente, pero sin duda la más influyente. En la victoria de Felipe González de 1982 –la "otra época" que mencionaba la vicepresidenta, suponemos–, los socialistas sacaron la bandera española para celebrar el éxito. Tras años de esfuerzo pedagógico –es decir, de llamar "facha" a todo aquel que luciera cualquier rastro rojigualda–, ha tenido que ser la AVT en sus manifestaciones la que recuperara la bandera y el Foro Ermua en la suya la que permitiera que de nuevo se escuchara el himno fuera de los eventos deportivos.

Ante esto, los socialistas, que habían logrado con éxito imponer a casi toda España el sentimiento de vergüenza ante los símbolos de su Nación, acusan al PP de apropiarse de los símbolos de todos, como si no fuera el expreso desprecio de la izquierda hacia ellos lo que ha llevado a Rajoy a pedir a los españoles que porten su enseña este 12 de octubre. Pero es normal que, después de una legislatura sectaria en la que han procurado dividir a los españoles tanto ideológicamente como territorialmente, la posibilidad de que las cámaras de televisión recojan un país orgulloso de lucir un símbolo de su unidad les provoque temblores de todo tipo.

Para intentar que no sea esa la imagen que les quede a los españoles en la retina, la artillería socialista se ha dedicado en la víspera de la Fiesta Nacional a quejarse de que el PP se dedica a caldear el ambiente y a generar un caldo de cultivo propicio a toda clase de tropelías contra ellos. Es de esperar y desear que este 12 de octubre tampoco haya ningún tipo de incidente, aparte de los abucheos y pitidos que, casi con total seguridad, le esperan a un presidente que ahora que se acercan elecciones se dice del Gobierno de España, pero que ha despreciado a la Nación desde que tomó posesión del cargo. No los ha habido hasta ahora en las manifestaciones que durante esta legislatura ha convocado la derecha, que han demostrado a la izquierda cómo pueden expresarse en la calle las ideas políticas sin agredir al adversario ni apedrear sus sedes, y no tendría por qué haberlas en la Fiesta Nacional. Pero siempre cabe la posibilidad de que algún descerebrado le haga un favor al PSOE, especialmente al ver la impunidad con que los independentistas amenazan de muerte en este país.

Es natural que unos políticos que se han dedicado durante más de tres años a despreciar los símbolos de la Nación, a destruir sus bases mediante los estatutos de autonomía, a traicionar la memoria de quienes han muerto por ella negociando con sus verdugos, a contemporizar con quien ha planteado su destrucción con fecha fija, teman ahora el rechazo de los ciudadanos a los que más importa España. Pero resulta de un especial cinismo que pretendan, como si del departamento de precrimen de Minority Report se tratara, achacar la culpa del PP de unas agresiones que no se han producido aún por denunciar sus ataques a nuestra Nación y pedir algo tan inocente como que se vean banderas españolas en la Fiesta Nacional.

Este 12 de octubre, los ciudadanos de bien deben salir a la calle a celebrar que España siga siendo una realidad viva y vigente, por más que este año lo sea menos que el pasado. Porque es la única garantía que tenemos de nuestras libertades. Porque en aquellos lugares donde hay menos España, hay también menos libertad. Es un motivo más que suficiente para enseñar con orgullo su bandera.

En España

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