Quiero hacer una puntualización a este editorial. Para defender el castellano en los territorios donde la administración autonómica pretender eliminarlo se ha adoptado el criterio de que hay que estar en contra de eso "porque vulnera los derechos de los ciudadanos". Estoy en desacuerdo. Al menos en Cataluña, donde vivo, el castellano hay que defenderlo porque es la identidad de una sociedad que en el área metropolitana se ha ido conformando como una mezcla de toda España, que históricamente se ha integrado gracias a una lengua común española, y que en esa lengua tiene su verdadera base cultural, y por tanto, su capacidad de crear cultura y pensamiento. Por tanto, la defensa del castellano en Cataluña no es una cuestión de derechos individuales, sino de obligación colectiva.
Este es un ejemplo claro de lo que significa, "el centro de la nada" como acción política en la que se ha asentado Rajoy y su política para el P.P. (Partido Pa- nà)
Y cuando escribo Pa-ná, es que lo es:
- Para nada de comprosiso con la sociedad civil. (leasé Galicia bilñingüe).
- Para nada de regeneración del Estado de Derecho, empezando por la Justicia y las fuerzas de seguridad. (lease actitud ante el 11M y caso Faisan).
- Para nada de desmontar los poderes del Estado de partidos y sus afines, basados en las suvenciones sacadas de nuestro impuestos.
- Para nada de hacer que unos simples funcionarios que "educan" a nuestros hijos, nos impongan también su lengua, en vez de formarlos por medio de la enseñanza o instrucción que es su deber frente a la sociedad.
Muy bien dicho. Toda esa gentuza politicastra, a la pu.... calle.
Esa chusma exaltada no es quién para imponer su voluntad sobre los deseos de los padres, que para eso tienen el derecho constitucional a elegir la educación que prefieren para sus hijos.
Según mi parecer, hay un aspecto colateral, aunque relevante, que ayuda a explicar la actitud de este numeroso grupo del profesorado gallego: el ascenso del status de la enseñanza de la lengua ancestral -apropiado por la clase docente-, y conservada a su modo en el ámbito rural, una vez que, estandarizada fonológica y grafémicamente por los mismos que se benefician de su neo-magisterio, ha sido reconocida como cooficial y propulsada unilateral y agresivamente como única propia. Si nos atenemos a los ejemplos catalán y vasco, la promoción social de esos colectivos, a modo de nuevos mandarines, ha llegado hasta los estratos políticos y culturales más elevados de las sociedades regionales respectivas.