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EDITORIAL

Ahora todo lo arreglarán Francia y Alemania

La manera de que surjan alternativas a la construcción no es gastando dinero público en I+D o en cubrir España de ruinosos molinos de viento de "alta tecnología", sino facilitando que los emprendedores españoles puedan intentar crear modelos de éxito.

En materia económica, posiblemente estemos padeciendo al peor Gobierno de nuestra democracia. Así parecen apuntarlo los últimos datos, que tras una caída del crecimiento del 1% en el segundo trimestre han dejado claro que esta crisis es peor que las de los años 70 y 90. Desde la negación de que existiera nada más que una leve desacelaración hasta los brotes verdes de Salgado, las actividades del gabinete de Zapatero han sido principalmente dos: mentir de forma grosera para infundir confianza en los mercados y gastar el dinero que no tiene y que habremos de pagar durante muchísimos años.

Ahora la postura del Gobierno, imaginamos que también por aquello de insuflar confianza, es afirmar que la recuperación de Francia y Alemania, que han crecido un 0,3% en el segundo trimestre, tirará del carro y nos permitirá también a nosotros crecer en un futuro cercano. Sin embargo, los datos positivos de ambos países nos pueden asegurar que lo peor haya pasado, porque podrían tratarse de un espejismo provocado por el aumento del gasto público, que no es infinito y sobre el cual no puede edificarse un crecimiento sostenible.

Además, aunque efectivamente los países gobernados por Merkel y Sarkozy estuvieran viendo la luz al final del túnel, eso no implicaría necesariamente que pudieran sacar a España del hoyo. Aunque una parte de nuestros problemas pueda deberse a la falta de demanda de nuestros principales socios comerciales, el sector que se ha hundido por completo en esta crisis ha sido el de la construcción, y mientras no existan nuevas alternativas que tomen el relevo no podremos retomar la senda del crecimiento.

El problema es que el Gobierno parece haber considerado que esas alternativas las debe crear él. Un grupo de políticos que jamás en su vida han dirigido una empresa ni en muchos casos, empezando por el del presidente, han trabajado siquiera en el sector privado, pretende ahora saber qué necesitamos hacer para crecer. El resultado es esa chapuza denominada Ley de Economía Sostenible que el propio Ejecutivo reconoce no saber en qué va a consistir además de permitir a Zapatero ponerse la medalla de estar cambiando nuestro modelo productivo.

Existe la extraordinaria confusión de pensar que la innovación que puede tirar de una economía consiste en producir alta tecnología, cuando en realidad la innovación bien entendida se refiere a los modelos de negocio. Amancio Ortega no ha inventado nada, pero Zara ha supuesto una revolución en el negocio textil que ha permitido a Inditex convertirse en una existosa empresa multinacional. Así, la manera de que surjan alternativas a la construcción no es gastando dinero público en I+D o en cubrir España de ruinosos molinos de viento de "alta tecnología", sino facilitando que los emprendedores españoles puedan intentar crear modelos de éxito. Acierten o fracasen.

El problema de la falta de flexibilidad de la economía española, y especialmente de su mercado laboral, es que pone todo tipo de trabas a los empresarios verdaderamente innovadores, mientras facilita que viejas y anquilosadas compañías sobrevivan gracias a favores del poder. No sólo hay que cambiar de leyes, llevar a cabo la famosas "reformas estructurales", sino que también la sociedad española debe cambiar de mentalidad y dejar de desear convertirse en funcionario nada más salir del cascarón mientras condena a quienes no siguieron ese camino y tuvieron éxito. Es un largo camino que sólo puede empezar a recorrerse eliminando los obstáculos que deben sortear los emprendedores. Nada que Zapatero piense hacer, claro está; a veces parece como si tuviera alergia a todo lo que pueda realmente revertir en el interés general de todos los españoles.

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