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EDITORIAL

Andalucía en la encrucijada

Para Arenas, lo que no sea mayoría absoluta será derrota. Para el PSOE, la pérdida de Andalucía será un golpe prácticamente letal. El dramatismo de las andaluzas casi consigue que nos olvidemos de que también habrá elecciones en el Principado

La campaña andaluza ha entrado en la semana final con un pronóstico claro de victoria del PP y la única duda de si la diferencia con el PSOE será suficiente para que Javier Arenas pueda entrar en el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia autonómica. Los últimos sondeos que la Ley Electoral permite publicar se han conocido este fin de semana y perfilan una mayoría absoluta del PP, así como también una tendencia del PSOE a reducir su desventaja.

En Andalucía, después de treinta años de régimen socialista, es aventurado dar por seguro el cambio, de ahí la prudencia, incluso el recelo, con que el señor Arenas ha comentado los indicadores demoscópicos. De aquí al próximo domingo, entraremos en una especie de zona de sombra sobre el pulso de la Opinión electoral. La Ley prohíbe, de manera absurda en plena edad de las comunicaciones en la red, la publicación de sondeos en la última semana de la campaña electoral. Tal medida expresa una tutela paternalista de la voluntad de los electores, como si el hecho de conocer una encuesta en vísperas de ir a votar fuese una pérfida interferencia en su decisión. Los ciudadanos no sabrán cómo evolucionan los  sondeos que los partidos manejarán hasta la misma hora de cierre de los colegios electorales. Otro privilegio estamental en una democracia imperfecta.

No hacen falta sondeos, en cambio, para advertir que el mensaje del cambio lanzado por el PP ha cuajado en el electorado. Hay demasiados andaluces hastiados de la corrupción asociada al régimen socialista, como para no tener en cuenta que la región más poblada de España puede experimentar el próximo domingo 25 de marzo un vuelco histórico en su Gobierno.

Pero también son muchos los andaluces que mantienen su fidelidad de voto al PSOE (un 37 por ciento, nada menos, cuando la tasa de votos a Rubalcaba en el conjunto de España fue del 29 por ciento en las últimas Elecciones Generales), como para no mantener la debida cautela sobre el resultado final que ofrecerán las urnas autonómicas.

Todo lo que no sea una mayoría absoluta, será una derrota del señor Arenas y del PP. A menos que UPyD entre en el Parlamento andaluz y se decante por la investidura del candidato popular, cualquier victoria del ex ministro será insuficiente si el PSOE e IU suman más escaños.

Desde la otra orilla, la del señor Griñán, la pérdida de Andalucía será un golpe prácticamente letal para el PSOE del señor Pérez Rubalcaba, cuyas única opción de evitar una larga travesía por el desierto pasa por conservar el Gobierno de Andalucía.

El dramatismo de las Elecciones del próximo domingo mantiene en vilo a las cúpulas de los dos grandes partidos y convierte la consulta en un acontecimiento de interés nacional y una encrucijada decisiva para la democracia española.

Tal vez por la suma de estos factores, casi nos olvidamos de que también se celebrarán elecciones en el Principado de Asturias, con un pronóstico tan abierto y dramático como el de las andaluzas.

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