Menú
EDITORIAL

Andalucía y la democracia interna del PSOE

Las primarias, la democracia interna de la que tanto presume el PSOE, volvieron a transformarse en un dedazo.

Uno de los recursos más habituales de los jerarcas del PSOE a la hora de exhibir su superioridad moral sobre los meros mortales que militan o votan a partidos a su derecha ha sido presumir de democracia interna. Es cierto que los socialistas disponen en sus estatutos del mecanismo de elecciones primarias para elegir a sus líderes, que debería estar generalizado en todas las formaciones políticas españolas. Pero no es menos cierto que, vistas las dificultades que ponen para evitar que se celebren cuando están en juego las cosas de comer, los socialistas no han evolucionado gran cosa desde el "quien se mueve no sale en la foto" de Alfonso Guerra.

El último caso lo tenemos, precisamente, en Andalucía. Tocado por el caso ERE, José Antonio Griñán anunció que no se volvería a presentar como candidato a la Junta, designando a Susana Díaz como sucesora. Sólo José Antonio Rodríguez, alcalde de Jun, presentó una candidatura seria para optar por el puesto. La exigencia de un 15% de avalistas resultó, como suele pasar, infranqueable para cualquier candidato que se oponga al régimen establecido. Las primarias, la democracia interna de la que tanto presume el PSOE, volvieron a transformarse en un dedazo.

No es la primera vez, claro. La más llamativa fue sin duda la elección del sucesor de Zapatero. Aún permanece en la retina la imagen de una llorosa Carmen Chacón, renunciando voluntariamente –quién puede dudarlo– a presentarse a las primarias. El peor presidente del Gobierno del actual periodo democrático nos dejó así como herencia la adulteración de las elecciones primarias como principio y al maquiavélico Alfredo Pérez Rubalcaba como sucesor. Tras arruinar España, destrozó a su propio partido.

No es que al otro lado del charco las cosas sean mucho mejores. Además de la exigencia de avalistas, el que sean los compromisarios quienes voten y no los militantes permite controlar aún más el proceso en pro de los resultados deseados por la dirección. Pero al menos nos ahorran el lamentable espectáculo de proclamarse heraldos de la democracia interna de los partidos cada dos por tres.

Los años transcurridos desde que el PSOE introdujo las primarias han dejado claro que era una ingenuidad pensar en ellas como solución a los problemas del exceso de poder de los aparatos de los partidos en la democracia española. Sólo cuando los votantes elijan a su propio representante, y no a unas siglas, podrán los políticos ser independientes de la dirección de los partidos. Lo demás, como han dejado claro los socialistas, no serán más que parches de cara a la galerías.

Temas

En España

    0
    comentarios