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EDITORIAL

Argumentos de papel

Les gusta eso de vender una Cataluña rendida ante el ogro madrileño, descapitalizada por la Andalucía sedienta y acosada moral y económicamente por una España anticatalana que sólo existe en sus febriles fantasías

La reunión a puerta cerrada de los parlamentarios de Esquerra Republicana de Cataluña nos ha dejado, aparte del previsible abanico de lamentos y amenazas habitual en este partido, una muestra gráfica e inapelable del modo y manera que, los republicanos de Carod, se relacionan con otras regiones de la Nación, especialmente con la que alberga en su seno a la capital. Según su portavoz, Joan Puigcercós, la Comunidad de Madrid es un agujero negro que se lleva de manera impune el grueso de las inversiones del Estado, mientras que Cataluña languidece discriminada por una tenaz derecha española que trata a sus habitantes "como una especie de nuevos judíos".
 
Tanta maldad, y a la vez desinformación, es difícil de condensar en una simple rueda de prensa. La maldad es de costosa –si no imposible– curación si previamente no se trata el virus que la provoca, esto es, el nacionalismo irredentista y ahíto de mirarse el ombligo. La desinformación no. Un repaso rápido a la contabilidad nacional y los conocimientos básicos, casi de bachiller, de economía bastan para percatarse de la majadería aviesa que el portavoz Puigcercós pretende que pase por inaplazable y legítima reivindicación.
 
La Comunidad Autónoma de Cataluña aporta al PIB nacional el 18,42%; la Comunidad de Madrid el 17,32%. La diferencia de poco más de un punto en la contribución al Producto Interior Bruto no significa nada por sí mismo, significa que los ingresos en las dos comunidades representan un tercio de la producción nacional y poco más. En la formación del PIB regional tiene una importancia capital la recaudación fiscal, y es normal que tanto Cataluña como Madrid sean las comunidades que más recauden, pues no en vano figuran entre las más pobladas y las más dinámicas. Y he ahí el truco. La Seat, por ejemplo, tributa en la provincia de Barcelona todos los rendimientos generados por su actividad, sin importar que éstos se hayan generado en Gerona o en la isla de El Hierro. Llevándonos el ejemplo a Madrid, la petrolera Repsol tributa en la Comunidad gobernada por Esperanza Aguirre y contribuye de este modo al PIB de la región.
 
Argumentación tan sencilla no se oirá de la boca de un nacionalista catalán porque confunden el deseo con la realidad. Les gusta eso de vender una Cataluña rendida ante el ogro madrileño, descapitalizada por la Andalucía sedienta y acosada moral y económicamente por una España anticatalana que sólo existe en sus febriles fantasías. Tanto Puigcercós como su jefe deberían, ya puestos a estudiar a fondo la balanza Cataluña-resto de España, ampliar la horquilla y no detenerse en los dos últimos ejercicios sino en los dos últimos siglos. Desde la Guerra de la Independencia, en la que los catalanes se distinguieron por un arrojado y valiente patriotismo español, el provecho que el Principado ha obtenido por ser lo que es, es decir, parte de España, es más grande de lo que muchos se figuran.
 
Empresarios catalanes fueron muchos de los comerciantes con las colonias ultramarinas, especialmente con Cuba y Filipinas. No ha habido, desde las primeras constituciones, un solo Gobierno de la Nación en el que no figurase un ministro catalán. De Cataluña han salido presidentes como Pi i Margall o Figueras y generales de prestigio y mando como Prim, que llegó a poner en el trono a su propio candidato. La industria catalana fue, sistemáticamente, beneficiada en la Restauración canovista, en la dictadura de Primo de Rivera, en la Segunda República y en el régimen de Franco. Los resultados están a la vista. Desde hace lo menos cien años españoles de todas las provincias han emigrado a Cataluña para labrarse un futuro y construir la Cataluña que conocemos hoy día. Para ser periferia abandonada de la mano de Dios, tal y como ha dejado entender hoy Puigcercós, no está nada mal. Galicia, Extremadura o Canarias de seguro que hubiesen deseado su suerte.
 
Si en la España actual Cataluña recibe menos de lo que, aparentemente, aporta se debe a un principio sencillo; la solidaridad interregional. Si Cataluña aporta al PIB un 18,42% y recibe inversiones presupuestarias equivalentes a ese porcentaje, significa que está birlándole dinero a otros españoles, así de simple. Los rendimientos tributarios hacen posible que Cataluña y Madrid, sedes fiscales de la mayoría de las grandes empresas, realicen ese aporte tan desproporcionado al PIB nacional que, a fin de cuentas, no deja de ser un número. Si Cataluña fuese un Estado independiente, muy probablemente su PIB no fuese tan alto, pues el SEAT Ibiza comprado en Eibar no devengaría sus impuestos en Barcelona. Esto lo sabe cualquier nacionalista catalán medianamente documentado. Puigcercós probablemente no, y quizá esa sea la razón última de la cólera que exhibió ayer.

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