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EDITORIAL

¿Arrimadas a la investidura?

Sería una forma muy llamativa de asentar que el más votado fue un partido que hace gala de su españolismo y su compromiso con la Constitución.

Sería una forma muy llamativa de asentar que el más votado fue un partido que hace gala de su españolismo y su compromiso con la Constitución.
EFE

Aunque resulta grotesco que se lo exijan los palafreneros de Rajoy que elogiaron a éste por hacer todo lo contrario, lo cierto es que Arrimadas y Ciudadanos deberían aceptar el reto y presentarse a una sesión de investidura en el Parlamento regional catalán.

Y deberían hacerlo por varias razones. En primer lugar, sería la primera consecuencia política real del resultado de las elecciones del 21-D y una forma muy llamativa de asentar que, pese a que al final el juego de las mayorías parlamentarias entregue el poder de nuevo a los separatistas, el más votado fue un partido que hace gala de su españolismo y su compromiso con la Constitución.

Por otro lado, la exposición de un programa de gobierno radicalmente distinto del que el nacionalismo liberticida lleva décadas imponiendo sería algo histórico; una ocasión extraordinaria para que los catalanes asumiesen que podría haber un Govern no golpista, que se preocupase de los auténticos problemas de los catalanes, que no distinguiese entre catalanes de primera y de segunda ni instigase el odio a España.

Teniendo en cuenta las excelentes dotes oratorias de Arrimadas, es más que probable que, con independencia del resultado final de la votación, ese momento parlamentario se saldase con una fenomenal derrota de unos separatistas muy poco acostumbrados a debatir en igualdad de condiciones y que hacen gala de un ideario que, tal y como está demostrando la cuestión de Tabarnia, es, además de infame, insostenible por sus numerosas y bochornosas contradicciones.

Esa sesión de investidura podría servir también para marcar la agenda política de Cataluña: el separatismo lleva años –por no decir décadas– decidiendo de qué y de qué no se puede hablar en las instituciones catalanas, a las que está haciendo un daño tremendo.

Por último, podría servir para hurgar en la herida abierta del caos que se vive en las filas separatistas. Con ocho diputados electos en prisión preventiva, ERC y JxC podrían incluso verse forzados a acabar de una vez con el teatrillo pseudoheroico que ha sido la inclusión en las listas de Junqueras y compañía.

En política hay ocasiones en las que se tienen que poner en marcha iniciativas y tomar decisiones que no darán una rentabilidad inmediata. Ciudadanos y el propio Albert Rivera lo entendieron a la perfección cuando apoyaron en el Congreso la investidura de Pedro Sánchez (las circunstancias no son las mismas pero sí cabe establecer alguna comparación). Ahora es prácticamente imposible que Arrimadas sea presidenta de Cataluña, pero valdría la pena que se viese que ésta es una posibilidad real que quizá pudiera darse en las próximas elecciones.

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