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EDITORIAL

Atacar a Andalucía

A ver quién osa seguir deciendo que la presidenta designada de Andalucía es la gran esperanza blanca de la izquierda española.

Mientras el caso de los ERE no deja de crecer –este mismo lunes la juez Alaya ha imputado a quince personas más, con lo que la lista de implicados judicialmente en la trama llega a 166–, Susana Díaz ha visto cómo le ha estallado en la Junta otro episodio de corrupción en el que se barajan cifras descomunales de dinero público malversado o directamente desaparecido: el de los cursos de formación.

No por previsible la reacción de la presidenta andaluza ha sido menos lamentable: así, se ha envuelto en la bandera regional para acusar a los que denuncian estos casos de atacar a Andalucía y a las instituciones.

En esta ocasión ni siquiera se ha hecho el habitual paripé sobre las ansias de colaboración con la justicia y se ha tratado de desviar la atención señalando la presunta responsabilidad de Moncloa y el Ministerio de Interior sobre las filtraciones. Pero incluso aunque así fuera, la corrupción es la corrupción, la filtre quien la filtre, y quien ataca a una región o a un país no es el que la denuncia, sino el corrupto y, más todavía, el que permite que esos comportamientos queden impunes.

La reacción de Díaz no ha sido una sorpresa, como decimos, pero sí habrá resultado decepcionante para aquellos que de buena fe vieron en la andaluza un soplo de aire fresco en el PSOE y un posible líder para ese partido de izquierda moderada, nacional y responsable que precisa España. Ahora, después de su papelón en la crisis de la Corrala Utopía con sus socios de IU y de cómo ha reaccionado ante este nuevo escándalo, a ver quién osa decir que la presidenta designada de Andalucía es la gran esperanza blanca de la izquierda española.

Lamentablemente, tampoco este escándalo ha servido para que el desconocido líder de los populares andaluces entre con fuerza en el ring de la política regional, sino más bien para volver a evidenciar su terrible debilidad.

Moreno Bonilla ha aterrizado en un cargo difícil y de una forma muy poco útil para generar un auténtico liderazgo, pero si no es capaz de definir una línea política más consistente y de ser más agresivo con sus adversarios políticos y, sobre todo, con la corrupción, el cambio seguirá siendo una quimera en la Andalucía carcomida por la corrupción, el atraso, la incompetencia y el cacicazgo.

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