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EDITORIAL

Bajar impuestos es de izquierdas

La primera gran subida de impuestos de Zapatero demuestra que ni en tiempos de extraordinaria bonanza fiscal los gobiernos de izquierdas españoles pueden resistir a la tentación de subir los impuestos.

En los tiempos en los que no se preveía la existencia de atentados islamistas que les permitieran llegar al poder, el PSOE hizo de la reducción y simplificación de impuestos una de sus grandes armas electorales. Zapatero llegó a afirmar, sin rubor en las mejillas, que bajar impuestos era de izquierdas, hallazgo que ha colocado a todos sus predecesores al frente del partido en la derecha más radical. El sentido común hizo a muchos desconfiar de tan buenas intenciones, pues resultaba difícil creer que la misma oposición que hizo su huelguita contra las tímidas reformas laborales del último Aznar tuviera algún propósito sincero de mirar por la prosperidad de los ciudadanos.

La primera gran subida de impuestos de Zapatero demuestra que ni en tiempos de extraordinaria bonanza fiscal los gobiernos de izquierdas españoles pueden resistir a la tentación de subir los impuestos. La excusa es el déficit de una sanidad pública que requiere de medidas más inteligentes que la de meter la mano en el bolsillo de los españoles. Los economistas tienen un viejo refrán al respecto: “a coste cero, demanda infinita”. Si el uso de los servicios sanitarios no incluye un precio, sea monetario o de tiempo y trabajo malgastados, los usuarios lo demandarán muy por encima de sus necesidades reales. Por eso existen listas de espera y un déficit crónico en su financiación. En Alemania se impuso una tasa de un euro por cada consulta médica; sólo con eso se redujeron las visitas de 550 a 500 millones.

Algunos de los impuestos que ha escogido para esquilmarnos un poco más han sido los llamados “impuestos sobre el pecado”: alcohol y tabaco. Así pretende blindarse ante la pérdida de popularidad que toda subida de impuestos implica, con el argumento falaz de que el consumo de estos productos aumenta el gasto sanitario. Pero con ello se arriesga a lo que ya sucede en algunos países europeos y en la misma piel de toro no hace tanto: la aparición del contrabando y la reducción en la recaudación final. Por otro lado, propone la subida del impuesto de hidrocarburos, tras la indignación que fingió Zapatero ante una medida similar del PP, descargando esa responsabilidad sobre las autonomías. De este modo pretende blindarse ante la pérdida de popularidad trasladándola a los líderes regionales. Si suben los impuestos en esta época de petróleo caro, mal, pero si no lo hacen, peor porque serán culpables de no atender las necesidades sanitarias de la población como ésta merece y como, sin duda, la atendería el socialismo de estar al cargo.

El PP debería denunciar esta táctica, aparte de negarse a subir los impuestos en las comunidades que gobiernan, como ya ha prometido Esperanza Aguirre. Entre otras cosas, Nuevas Generaciones podría aprovechar esta medida para abandonar sus ridículos “Zapatiempos” y comenzar una campaña de verdad. Y es que los jóvenes progresistas, solidarios y pacifistas que acudieron en masa a votar lo que les pidieron los terroristas seguramente encuentren interesante que ahora han de pagar más por la copa y el cigarrillo gracias a Zapatero.

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