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EDITORIAL

Bauzá, un legítimo líder al frente del PP balear

Más allá de que el nivel de participación no haya estado a la altura de lo que se esperaba, debemos felicitarnos de que el PP haya dado un ejemplo de democracia interna, del que tan escasos andan todos los partidos políticos en nuestro país.

José Ramón Bauzá es desde ayer el presidente electo del Partido Popular en las Islas Baleares. Lo más destacado del proceso interno llevado a cabo este sábado es que, por una vez, los votantes del partido popular de esa comunidad autónoma, todos, han podido elegir libremente a la persona que desean ver al frente de esa formación política. Mariano Rajoy no ha disimulado su rechazo a una fórmula que él mismo excluyó cuando se trataba de validar su proyecto a escala nacional.

A pesar del malestar de Rajoy, lo cierto es que no hay nada más democrático que otorgar a las bases de un partido la capacidad absoluta de decisión como ha hecho el PP de las islas. Más allá de que el nivel de participación no haya sido el que se esperaba –tratándose de militantes en los que se supone un gran interés en todo lo que concierne a la formación de sus estructuras orgánicas–, no podemos más que felicitarnos de que el PP haya dado un ejemplo de democracia interna, del que tan escasos andan todos los partidos políticos en nuestro país.

No pretendemos ocultar que, a nuestro juicio, el mejor candidato para dirigir los destinos de los populares en las baleares era el alcalde de Calviá, Carlos Delgado, cuyo discurso coincide con las aspiraciones de la mayoría de los votantes del partido. Especialmente en lo que concierne al respeto institucional de sus derechos individuales y al resto de asuntos vertebrales de la nación española en una comunidad autónoma sometida a la presión del soberanismo catalán, que aspira a anexionar el archipiélago. Sin embargo, las bases del PP han decidido que sea otro el encargado de llevar las riendas de la formación, lo han hecho democráticamente y, por tanto, sólo queda felicitar al ganador y desearle la mejor de las suertes.

El momento para consolidarse en la cúpula del principal partido de las Baleares no podía ser más oportuno, con un Gobierno corrompido y a punto de ceder a causa de la podredumbre de su estructura. La munarquía es, a estas alturas, una reliquia mefítica en plena descomposición a la que sólo queda dar sepultura en cuanto hablen las urnas. Pero muy poco cambiará la situación tras las próximas elecciones si el nuevo Gobierno insular no realiza una limpieza a fondo de esa nueva aristocracia munárquica, formada por un ramillete de partidos tan nocivos como minoritarios.

Con todo, no se trata sólo de cambiar a las personas, sino, y muy especialmente, la forma de gobernar a una de las regiones más prósperas de nuestro país, a la que el complejo nacionalista de unos y otros ha perjudicado notablemente en esta legislatura de pesadilla. Delgado tenía y tiene muy claro cuál es el camino que hay que recorrer para adecentar la vida pública en las islas y no ha tenido el menor reparo en decirlo cuantas veces se le ha preguntado. Bauzá, en cambio, ha sido más discreto en estos asuntos, pero del mandato de sus bases recogido este fin de semana y de la leal vigilancia de los hombres del alcalde de Calviá cabe esperar una claridad de ideas en los temas que realmente importan a los ciudadanos. De ello depende que el PP recupere el poder que una banda de minipartidos extremistas le arrebató en su día con el resultado por todos conocido.

Juan Ramón Bauzá ha recorrido el primer trecho del camino, imponiéndose en buena lid a través de un proceso abierto a la participación de todos los militantes. Queda la segunda parte, ganar las elecciones, para lo cual no le ha de faltar el apoyo del perdedor siempre que se le solicite de forma sincera, porque un ticket Bauzá-Delgado no tendría rival para acceder al Gobierno autonómico. Sólo queda confiar que en la sede nacional del PP no haya un "genio" que opine lo contrario.

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