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EDITORIAL

Caspa, mordazas y cortinas de humo

Si González está “harto” de que la Iglesia pretenda salvarnos, muchos estamos hartos de que lo pretenda hacer el Estado.

Aunque seamos conscientes de que el gobierno está utilizando sus ataques contra la Iglesia Católica para movilizar a su electorado más radical, así como cortina de humo ante el deterioro político y económico que padece nuestro país, no podemos pasar por alto la nueva serie de insultos y falsedades con las que los socialistas tratan de ridiculizar y amordazar a los católicos.
En esta ocasión al liberticida anticlericalismo del secretario de Organización del PSOE, José Blanco, se le han unido las no menos manipuladoras declaraciones del periodista Iñaqui Gabilondo y del ex presidente del Gobierno Felipe González.
 
Si Blanco ha dado muestras de su osada ignorancia al pedir explicaciones al Papa sobre la “familia cristiana” y al insinuar si con ella la Iglesia entiende “que la mujer se quede en casa y con la pata quebrada”, el periodista Iñaqui Gabilondo, ha acusado a la Conferencia Episcopal ser una “mina de caspa” y de hacer “mucho más difícil ser católico español que católico belga”. González, por su parte, ha recurrido a una manipuladora condescendencia contra la Iglesia al afirmar de que “estamos hartos de que nos salven”.
 
Uno podrá estar a favor o en contra de los postulados –plenamente constitucionales– de la Iglesia Católica al considerar a hombres y mujeres iguales en dignidad y en derechos y deberes o en su consideración monogámica y heterosexual del matrimonio. Lo que no puede hacer, sin faltar a la verdad, es atribuir a la Iglesia Católica postulados machistas como los que, por ignorancia o por deseos de manipulación, ha sacado Blanco a colación. Eso es una falsedad tan grande como la que ha incurrido Gabilondo al atribuir a la “Conferencia Episcopal, y no a la Iglesia” una defensa de los valores de la familia cristiana que, lejos de ser exclusiva de los convocantes de la multitudinaria manifestación del pasado día 30, defiende toda la Iglesia, tanto aquí como en Bélgica. Así, por ciento, lo acaba de dejar por enésima vez en evidencia las recientes declaraciones de Benedicto XVI en ese sentido. A la vista también está, sin embargo, que no sólo de “terroristas suicidas” vive la capacidad de manipulación de Iñaqui Gabilondo.
 
Si lo que resulta verdaderamente “casposo” es este decimonónico anticlericalismo con el que se pretende manipular y cercenar la libertad de expresión de una institución que no por religiosa deja de tener derechos civiles, no menos hipócritas resultan las declaraciones de González. El ex presidente del gobierno ha elogiado al fallecido ex presidente de su partido, Ramón Rubial, y su capacidad de “ver el paso del tiempo, de ver que lo que había que hacer en el año 80 no era la pelea que había que dar en el año 36", Sin embargo, González ha terminado cargando contra la Iglesia, y no contra el gobierno que ha recuperado y reavivado esos fundamentalismos guerracivilistas, entre los que sin duda está ese anticlericalismo.
 
No sabemos si, en la “pelea que había que dar en el 36”, González incluye la quema de iglesias y de conventos y los miles de asesinatos que padecieron los religiosos de nuestro país. Lo que no vamos a dejar de reconocer es que en los años ochenta el gobierno de Felipe González mantuvo lo que, en su conjunto, fueron unas respetuosas relaciones con la Iglesia y una política hacia la familia muy parecida a la que defiende el Partido Popular.
 
Ahora González carga contra la Iglesia y recurre a una muy extendida confusión que equipara la tolerancia con el relativismo moral, al tiempo que acusa a la Iglesia de fundamentalismo. Atribuir fundamentalismo a quienes quieren que las instituciones y las palabras no pierdan su significado es tan injusto como ignorar que la Iglesia, con su defensa de la libertad de los padres a la hora de formar moralmente a sus hijos, es mucho más respetuosa con la tolerancia, con la libertad y con la convivencia, que el gobierno de Zapatero con su obligatoria y maniquea enseñanza de “educación para la ciudadanía”.
En cualquier caso, si González está “harto” de que la Iglesia pretenda salvarnos, muchos estamos hartos de que lo pretenda hacer el Estado.

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