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EDITORIAL

Cerrojazo anunciado

sólo nos queda confiar en que la prensa, ese contrapoder tan necesario en cualquier democracia, siga oxigenando con fuerza una causa, la de la verdad, que no está ni mucho menos perdida

Si los cálculos del presidente de la Comisión parlamentaria que investiga los atentados del 11 de marzo son correctos, el mes que viene las conclusiones de la misma se harán públicas y habrán finalizado de este modo las reuniones que los diputados han mantenido a lo largo del último año. Porque, oficialmente, un año han durado los trabajos de los comisionados pero, quitando vacaciones, parones innecesarios y bloqueos políticos lo cierto es que la Comisión no se ha extendido por más de unos pocos meses que, como era de esperar, no han dado para casi nada.
 
Algunos analistas, antes de que en el Congreso se inaugurasen formalmente las sesiones de la Comisión, aseguraron que iba a servir de poco, que se iba a transformar en una pantomima representada magistralmente por la mayoría anti PP del Parlamento y que nadie –ni los diputados ni los ciudadanos– iban a sacar nada en claro. Desgraciadamente, así ha sido. La verdadera investigación, para desdoro de nuestros políticos, se ha llevado a cabo desde la prensa. Diarios como El Mundo han hecho más por averiguar qué paso antes, durante y después de la tragedia que la mayor parte de comisionados, especialmente aquellos que, horas después de los atentados, se desgañitaban exigiendo la verdad al Gobierno de Aznar.
 
Al final, y gracias al tesón que el Grupo Popular ha puesto en el empeño, se han podido escuchar en el Congreso voces discordantes con la tesis prefabricada que el PSOE y sus socios se llevaron en la cartera el día que dio comienzo la Comisión. Aznar defendió su gestión de la crisis y demostró que de mentiras ninguna. Los altos cargos de Interior reflejaron en toda su crudeza el drama vivido aquellos días desde las altas esferas del Estado. Una reivindicación necesaria para, al menos, poner coto a los que llevan un año tratando de convertir la Comisión en un juicio sumario del anterior Gobierno. Lo que los comisionados no se esperaban es que la madriguera era mucho más profunda de lo que imaginaban. La trama asturiana, desvelada por la prensa, fue sólo un aperitivo para lo que vendría después. A esto, a seguir el hilo de un gran ovillo aun sin desmadejar, el PSOE y sus aliados no han sido muy proclives. Han vetado sistemática y vergonzosamente a comparecientes y el Gobierno no ha colaborado en absoluto, en especial con las demandas de los populares.
 
Ante semejante panorama no cabía esperar más que, tarde o temprano, diesen el carpetazo a la que ya se ha bautizado con cierta amargura comoComisión de Ocultación. Aparte del sumario que el juez Del Olmo está instruyendo en la Audiencia Nacional, a los ciudadanos sólo nos queda confiar en que la prensa, ese contrapoder tan necesario en cualquier democracia, siga oxigenando con fuerza una causa, la de la verdad, que no está ni mucho menos perdida. 

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