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EDITORIAL

"Comisión de la Verdad": un proceso a la Transición

La sola sugerencia de una “Comisión de la Verdad”, como ha hecho el Consejo de Europa con España, ya es una ofensa que merecería un firme: “Métanse en sus asuntos” por parte del Gobierno.

La auto proclamada "Comisión de la Verdad" sobre el franquismo apenas ha iniciado sus trabajos y ya deja un primer legado a las generaciones a cuya instrucción dice servir: la paradoja de estar auspiciada por lo más envenenado y sectario del embuste académico, profesional, mediopensionista o vivalavida.

En cualquier otra época y en cualquier otro país, sería una broma chusca, propia de un cabaret de tercera, que personajes como Federico Mayor Zaragoza, Mario Soares, Danielle Miterrand, Jorge Semprún, Francesco Cossiga, Gabriel Jackson o Desmond Tutú se constituyesen en tribunal del pasado; siquiera del pasado de su comunidad de vecinos. Si no estuviéramos en la España de José Luis Rodríguez Zapatero, se diría que el engendro chequista presentado este sábado en Valencia no pasa de mediocre contribución a la tradición de la novatada cuartelera.

Gastarle esa gansada a una democracia que peina las canas de lo peor de la República (el cainismo de la izquierda, el egoísmo nacionalista) y lo menos malo del franquismo (su propia inmolación en las Cortes) no se le ocurre ni al que asó la manteca.

Pero no, no se trata de una mala broma ni de una pesadilla, aunque lo parezca. Nos encontramos en la España de Zapatero, podrida de revanchismo, donde todo lo que divide y emponzoña es susceptible de empeorar. Lo que sirve para El Salvador o Perú, vibrantes focos de la ideología tercermundista donde se ha inventado el circo de la Verdad en forma de Comisiones inquisitoriales y vengativas, le sirve al piafante nieto del Capitán Lozano para ajustar las cuentas a la Transición, que es su misión política de fondo: ganar la Guerra reescribiéndola, amañar la democracia falsificando su origen.

Abrir fosas, levantar a muertos contra vivos y a vivos entre sí: a esta insensata carnicería de la mentira y el rencor se reduce la llamada política de la Memoria Histórica del Gobierno. Y bajo su inspiración se crea esta "Comisión de la Verdad", una afrenta al rigor científico y un insulto a la dignidad de la Transición, cuyo acuerdo básico de concordia se ha atrevido a sojuzgar uno de los impulsores de la iniciativa, el ex presidente italiano Francesco Consiga.

El hecho de que esta farsa la presida nada menos que un vicepresidente de la Comisión Europea, Franco Frattini, confirma que España vuelve a comer en el suelo, como los siervos de la Edad Media. ¿Acaso ha creado Francia una "Comisión de la Verdad" para que se conozcan sus abusos en Argelia o los pormenores de su colaboración con el nazismo? ¿Acaso Italia tiene su "Comisión de la Verdad" sobre la complicidad con la Mafia por parte de funcionarios y políticos? ¿Quiénes son Danielle Miterrand y Francesco Cossiga para decretar qué fosas hay que abrir en España y cuándo hay que hacerlo?

La sola sugerencia de una "Comisión de la Verdad", como ha hecho el Consejo de Europa con España, ya es una ofensa que merecería un firme "Métanse en sus asuntos" por parte del Gobierno. En vez de eso, se abren los brazos y las heridas en canal a una especie de "internacional izquierdista" integrada por sectarios falsificadores que se permitirán enjuiciar nuestro pasado sin someter sus teorías al contraste con las de quienes han desenmascarado sus embustes hasta la saciedad.

En España

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