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EDITORIAL

Con Ibarreche, con Rovira... y con Chirac

Tras el pleno del Congreso sobre la Cumbre Europea, último debate en el que ha participado Aznar como presidente del Gobierno, cabe preguntarse si no será también el último protagonizado por Zapatero como representante del PSOE. El presidente del Gobierno no sólo ha vuelto a demostrar su superioridad dialéctica sino que ha dejado patente la coherencia y consistencia de su gobierno frente a un discurso del líder de la oposición carente de formas y, sobretodo, de fondo.
 
Aunque Europa era el objeto central del debate, también se han abordado, a instancias de la oposición, otros asuntos de plena actualidad de la política nacional como son los envites secesionistas que se han anunciado en el País Vasco y Cataluña. Zapatero, preso de esa pulsión suicida que le ha caracterizado en esta última mitad de legislatura, ha vuelto a salir en defensa del pacto con los independentistas en Cataluña, y ha utilizado de excusa la forma en que el Gobierno ha reformado el Código Penal para dejar también solo al PP frente al proyecto secesionista de Ibarretxe.
 
Aznar ha puesto el dedo en la llaga al recordar a Zapatero aquella frase suya de que había que hacer “pie con pared” frente al plan del lehendakari para ahora negarse incluso a negociar con el Gobierno una reforma que solo busca garantizar que los delitos que contempla ese programa secesionista —incluido un referéndum ilegal— no queden impunes. Claro que aquel pretérito compromiso verbal con el Gobierno del PP lo hizo Zapatero antes de enterarse de que su compañero Pasqual Maragall estaba dispuesto a hacer lo mismo que Ibarretxe con tal de ganarse el apoyo de los independentistas a su investidura. Ahora, a Zapatero todo le parece bien, incluso que el nuevo presidente catalán visite al lehendakari antes que al presidente del Gobierno o que amenace a los españoles con un “drama” si sus representantes en las Cortes Generales no dan el visto bueno a la reforma del Estatuto.
 
Aznar también ha desenmascarado la falsa “mano tendida” que hipócrita y —esta sí— retóricamente le ha brindado Zapatero, leyendo literalmente las condiciones de exclusión del PP —en el parlamento autonómico catalán, en el nacional y en los ayuntamientos— que los independentistas han pactado con Maragall con el beneplácito de Zapatero. Pero, si algo le faltaba al candidato socialista a la presidencia para que los españoles duden de su responsabilidad a la hora de defender los intereses generales de España, Zapatero lo ha ofrecido desde la tribuna de oradores al ponerse del lado de los franceses y culpar al Gobierno español por la falta de acuerdo en la reciente Cumbre de Bruselas.
 
Aznar no ha dejado pasar la, para su adversario, demoledora oportunidad y le ha recordado que fue él, Zapatero, quien le felicitó por los logros obtenidos por nuestro país en el consenso alcanzado en Niza y que nuestra delegación ha pretendido conservar de forma flexible el pasado fin de semana. Así mismo, el Presidente ha leído las declaraciones laudatorias que en el pasado también hizo de este consenso el propio Chirac, y que pone de manifiesto el paralelismo entre el cambio de postura del presidente francés y el del líder de la oposición española.
 
Que el presidente de Francia pretenda ahora rebajar el poder y la influencia de nuestro país en beneficio del eje franco-alemán, aunque sea a costa de desdecirse y de una mezquina patrimonialización de Europa, tiene su lógica. Pero que a esta pretensión se sume el candidato socialista a la presidencia del Gobierno español es lo último que le faltaba por ver a los ciudadanos españoles que serán convocados a las urnas dentro de tres meses.

En España

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