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EDITORIAL

Concesión a La Secta

Estas son las cartas, todo para los adeptos, el exilio para los disidentes. Normal que más de uno haya confundido el nombre comercial del nuevo canal por el de La Secta

El pluralismo, en el peculiar diccionario del ministro Montilla, consiste en lo siguiente: Conceder una licencia de televisión a un grupo de productoras afines al Gobierno antes de que expire el plazo previsto, hacerlo incumpliendo un auto del Tribunal Supremo y, como remate, salir del brete erigiéndose como paladín de la pluralidad. Montilla en estado puro. Las beneficiadas por la magnanimidad que el Gobierno guarda para los amigos, son un heterogéneo consorcio de cinco productoras de televisión apadrinadas, con un 40% de las acciones, por la mexicana Televisa.
 
De las productoras premiadas por la lotería de Montilla poco más se puede decir. Ni  Globomedia-Grupo Árbol, ni El Terrat, ni Mediapro, ni Drive ni, naturalmente, Bainet, la productora de Arguiñano, se han distinguido por su independencia del gabinete Zapatero, sino más bien por todo lo contrario. Y por satisfacer a la mano que les permitirá hacer un suculento negocio, no van a escatimar ni en gestos como llevarse la sede a Barcelona. O al menos, eso es lo que, desde Mediapro, se remarcó ayer haciendo uso de la neolengua nacionalista; "La Sexta será el primer canal de ámbito estatal con sede en Cataluña" dijeron complacidos. Será nacional, porque estatal, lo que se dice estatal, es lo que concierne a las dependencias del Estado. Como los ministerios, lugar donde los directivos de Mediapro se mueven como pez en el agua, especialmente cuando los regentan ministros como Montilla.
 
Por más que el ministro trate de disimularlo, la adjudicación de ayer arrastra un tufo político irrespirable. El Gobierno, que hace apenas unos meses abrió el Canal Plus para atender las facturas pendientes de Polanco, ha insistido en ir hacia la digitalización del panorama televisivo. Es por ello que no se entiende que siga concediendo licencias analógicas sino es para recompensar a sus adictos. Con Zapatero, sin embargo, entre las intenciones y los hechos suele mediar un trecho importante. Obsesionado como está con tener a su disposición –cuando no a su servicio– al mayor número de medios de comunicación posibles, es capaz de cualquier cacicada, aunque cante a la legua.
 
El Gobierno del PP fue desastroso en materia audiovisual, y desde estas páginas lo denunciamos en su momento. Aznar se practicó un harakiri mediático que hoy está pagando, y bien, su sucesor al frente del partido. El del PSOE es su contrafigura, lleva, desde que llegó al poder, construyéndose una coraza de medios amigos para cuando las cosas vengan mal dadas y haya que ganar las elecciones. Coraza que alterna con la espada a los pocos que osan criticar su gestión. Estas son las cartas, todo para los adeptos, el exilio para los disidentes. Normal que más de uno haya confundido el nombre comercial del nuevo canal por el de La Secta.     

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