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EDITORIAL

Constitucionalismo ejemplar

El constitucionalismo ejemplar, abierto a todos, que desplegaron este sábado en Madrid es una carta de presentación inmejorable. Ese es el camino, los socialistas lo saben, sienten cerca la amenaza y por eso ladran

Por mucho que los socios del Gobierno se nieguen a acudir a los actos del aniversario de la Constitución, por mucho que los ministros de Zapatero se rasguen las vestiduras elogiando un consenso en el que no creen, nuestra Constitución, la de todos, sí tiene quien la defienda. Lo vimos el pasado sábado en Madrid. Una multitud, que el PP estimó en 200.000 personas, se congregó en torno a Mariano Rajoy para dar fe de su compromiso con la España constitucional, plural y democrática que nació junto con la Constitución de 1978. Ahí es nada. Hace un año, un acto similar hubiera sido, simplemente, impensable.
 
La concentración fue un ejemplo de civismo del que la izquierda debería aprender. Uno más, porque, desde que hace once meses se convocase la primera manifestación en contra de la negociación con ETA, la España liberal-conservadora se ha manifestado masivamente en media docena de ocasiones. Todas impecables. Ni un cristal roto, ni un papel en el suelo, ni una pintada, ni un solo símbolo pre o anticonstitucional y, naturalmente, ninguna sede de ningún partido político atacada, incendiada o apedreada. Esta es la realidad. Muy al contrario, en los meses que mediaron entre el hundimiento del Prestige y la jornada de reflexión del 13 de marzo, las movilizaciones promovidas desde la izquierda fueron el paradigma de todo lo contrario. Y ahí está la hemeroteca para quien tenga dudas al respecto.
 
El resultado a la vuelta de un año, y tras doce meses intensivos de desmanes socialistas en el Gobierno, es que Zapatero no sólo ha perdido el norte sino, y esto es más importante de cara a las elecciones, ha perdido el centro. Una buena parte del electorado está empezando a constatar que, de este Gobierno, sólo se puede esperar sectarismo y medidas radicales concebidas para minorías autolegitimadas. El Partido Popular, en contraste, ha sabido elaborar un discurso moderado, centrado en la Constitución y basado en la mejor tradición del 78. Esto ha puesto a Mariano Rajoy, que estuvo soberbio el sábado en la Puerta del Sol, en la tesitura de convertirse en verdadera alternativa al desgobierno actual.
 
Contra todo pronóstico porque, hasta hace bien poco, muchos vaticinaban una larga travesía del desierto para los populares. Un dilatado periodo en la oposición al que no le iba a faltar ni su crisis interna de rigor. Zapatero se lo ha puesto en bandeja. Un hombre que llegó al poder cabalgando sobre las palabras talante y diálogo no ha hecho gala del primero ni ha ejercido el segundo. Aparte de entregarse con armas y bagajes a un partido marginal, radical y secesionista, el Gobierno lleva un año y medio obsesionado con laminar al partido de la oposición. Una anormalidad que, más tarde o más temprano, ha de pasar factura.
 
Muchos españoles que no votaron al PP en las pasadas elecciones y que, milagrosamente, no han sido afectados por las andanadas propagandísticas del inmenso aparato mediático gubernamental, tienen ante sí lo obvio, es decir, que el PSOE ha hecho dejación de su papel como partido nacional. Es una gran oportunidad que los de Rajoy no deberían dejar escapar. El constitucionalismo ejemplar, abierto a todos, que desplegaron este sábado en Madrid es una carta de presentación inmejorable. Ese es el camino, los socialistas lo saben, sienten cerca la amenaza y por eso ladran.   

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