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EDITORIAL

Cuando la irresolución se disfraza de paciencia

Rajoy se muestra absolutamente renuente o incapaz de llevar a la práctica el programa electoral con el que se presentó a las elecciones.

A nadie debería sorprender que, incluso en el seno del PP, sean muchos los que se lamenten, aunque sea a micrófono cerrado y bajo el manto del anonimato, de Rajoy, si tenemos presente que su Gobierno no sólo está traicionando postulados básicos de su ideario y de su programa electoral, sino que está obteniendo unos pésimos resultados. Que las anunciadas reformas sean una nueva vuelta de tuerca de la presión fiscal y una posterior petición de "paciencia" es algo que causa una lógica exasperación, también en el Partido Popular, otrora partidario de bajar los impuestos, reducir drásticamente el gasto público, reformar el insostenible y disgregador modelo autonómico y someter el Estado a una profunda cura de adelgazamiento.

Así las cosas, menos aun nos debería sorprender que desde las filas de la oposición se acuse abiertamente a Rajoy, tal y como ha hecho Rosa Díez, de "confundir la paciencia con la resignación". Y es que, a diferencia de los partidos tradicionales de izquierda, que culpan a una austeridad y a unas reformas liberalizadoras que el Gobierno del PP en modo alguno ha llevado a cabo, la dirigente de UPyD acertadamente reprocha Rajoy su "doble cobardía", por "no querer enfrentarse a las grandes reformas que debe hacer y por no dar la cara".

Tras señalar que hemos pasado "del aventurerismo del presidente anterior a la pereza del presidente actual", Rosa Díez ha instado a Rajoy a "tomar las riendas"; "y si no es capaz de tomar las riendas" ha agregado, "pues pasapalabra, como en el programa de televisión. (...) O Rajoy reacciona y cambia y hace otra política, porque esta ya ha fracasado y hace que fracase el país, o que se vaya y que deje pasar a otro".

Por mucho que Rajoy se muestre absolutamente renuente o incapaz de llevar a la práctica el programa electoral con el que se presentó a las elecciones, y por mucho que sea el malestar antes señalado entre las filas de su propio partido, es harto dudoso que el presidente cambie y que el PP cambie de presidente. Y es que, desde la poltrona, el malestar es muchísimo más llevadero y la paciencia, casi infinita.

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