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EDITORIAL

Cuatro años de socialismo: vuelve el paro

Por lo menos, Caldera no ha emulado a su jefe de filas y culpado de la crisis hipotecaria estadounidense a las "políticas neoconservadoras" y a un modelo económico alabado por "el señor Pizarro".

Es evidente que el Gobierno pretende hacernos creer que las cosas están mejor de lo que están.  Si asumiéramos buena intención por su parte, podríamos llegar a creernos que lo hacen porque saben que las expectativas de consumidores e inversores son importantes para el funcionamiento de la economía y no quieren que éstas decaigan, que es por lo que Zapatero habría llamado "antipatriotas" a quienes expresan en voz alta y clara su preocupación por la mala marcha de nuestra economía.

No obstante, lo más probable es que quieran que este asunto afecte lo menos posible al PSOE en marzo. Así lo demostrarían las excusas de Caldera ante la destrucción de empleo en 2007, que ha achacado nada más y nada menos que la crisis estadounidense de las hipotecas de riesgo. En nada ayudan a las expectativas esas ridículas explicaciones. Al contrario, hacen dudar a muchos de la competencia de nuestros gobernantes, así como de su voluntad de hacer algo. Porque si la culpa es de los americanos, ¿qué puede hacer un contrito y sufriente ministro de Trabajo español? Sin duda, la perspectiva de que semejante tropa pueda seguir ocupando sus cargos tras el 9-M es como para hacer temer al más entusiasta el advenimiento de una crisis como no se veía desde principios de los años 90, cuando también el PSOE tenía las riendas del poder.

La mayor parte de la pérdida de empleo de 2007 se ha dado en el sector de la construcción, una tendencia que parece que sólo podrá ir a más este año y el que viene. Buena parte de esos parados podrían, en principio, encontrar trabajo en otro sector, pero la falta de reformas en el mercado laboral en estos años de Zapatero, unida a la crisis financiera que hará más probable que las empresas se aprieten el cinturón y no contraten con excesiva alegría, harán que ese escenario –que seguramente fuera en el que confiaba el Gobierno– no sea el más probable.

Durante los años de Aznar, gracias a las reformas estructurales que acometió el PP, dejó de ser necesario crecer al 3% para crear empleo, colocándose el listón en el 1,5%. Sin embargo, pese al crecimiento superior al 3% de 2007 se ha destruido, lo que indica que algo está fallando. La receta para crear empleo es bien conocida y pasa por flexibilidad y liberalizar la economía, especialmente el mercado de trabajo, pero no es un plato que el Gobierno socialista quiera cocinar. Son medidas habitualmente impopulares, especialmente entre su base electoral, por más que resulten efectivas a largo plazo.

Por lo menos, Caldera no ha emulado a su jefe de filas y culpado de la crisis hipotecaria estadounidense a las "políticas neoconservadoras" y a un modelo económico alabado por "el señor Pizarro". Pero todo se andará. No parece, sin embargo, que el modelo "guerra de Irak para todo" que ha utilizado el PSOE para defender su torpeza en la gestión durante toda la legislatura vaya a dar mucho más de sí. En cualquier caso, y aun con un nuevo Gobierno, estos años perdidos harán más difícil la recuperación. Esperemos que no imposible.

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