Menú
EDITORIAL

De Perpiñán a Nayaf

Aunque La Razón informa de unas supuestas negociaciones celebradas en Nayaf hace una semana entre representantes del fanático clérigo chií, Moqtada al-Sadr, y agentes del CNI próximos al PSOE, no hace falta que nadie viaje a Nayaf para comportarse como hicieron algunos en Perpiñán. O en Munich.
 
Lo que sí son hechos ciertos y constatables son el anuncio dominical de retirada inmediata de tropas por parte de Zapatero y la orden de Al-Sadr, quince horas después, de no cometer atentados contra el contingente español.
 
Eso es tan cierto como el entusiasmo que, junto al del criminal clérigo iraquí, también ha despertado el anuncio de Zapatero en el nuevo dirigente de la organización terrorista Hamas; tan cierto como el último comunicado de Ben Laden en el que el líder de Al-Qaeda precisamente señala como uno de sus objetivos esa retirada aliada de Irak; tan cierto como la esperanza de los autores del 11-M de lograr con esa masacre cambiar la política del Gobierno español y una retirada de sus tropas; tan cierto como que Zapatero ha hecho oídos sordos a las súplicas de los portavoces del gobierno provisional iraquí como a los silenciados sondeos en los que los iraquíes se muestran mayoritariamente partidarios de la presencia de las tropas aliadas en su país; tan cierto como la herida en el pundonor de los militares españoles que tienen que seguir viendo a sus compañeros, polacos, americanos o italianos en el punto de mira de unos fanáticos que ahora ordenan no tocar ni un pelo a los españoles; tan cierto como el malestar —más bien, por ahora, indignación contenida— de los socios europeos y de cuantas democracias protegen hoy con sus soldados a los iraquíes del terrorismo y del fanatismo religioso; tan cierto como que Al Sadr y sus huestes, con las que Zapatero tan bien se entiende  —hable o no hable con ellas—, fueron los responsables de los secuestros de ingleses, americanos, japoneses o canadienses, por no hablar de los españoles y, sobre todo, iraquies asesinados en Irak por sus partidarios o por los de Ben Laden.
 
Ante tanta infamia y certeza silenciada, ante esta huida apresuradamente perpetrada por Zapatero, no es de recibo que el PP se limite a señalar las contradicciones del discurso socialista en cuanto a lo de informar al Gobierno y al parlamento antes de tomar decisiones. Bien está que se haga, como señalar el incumplimiento de no retirar las tropas hasta junio. Pero no nos engañemos. Nadie ha votado al PSOE —ni nadie le ha negado su voto— por desear que las tropas españolas estén en Irak hasta junio. Prueba de ello es que ni el PSOE ni sus medios protegen ese flanco. Lo que protegen —incluido Bono— es el verdadero telón de Aquiles de su infame y cobarde estrategia que no es otro que la coincidencia de objetivos, aunque sea temporal, con el terrorismo islámico respecto de Irak, y la grave y peligrosísima división que provoca en Occidente su capitulación. Rajoy y su partido deben hacer pedagogía política para cambiar un estado de opinión pública que ha hecho posible que el principal partido de la oposición llevara como promesa y gancho electoral algo que desea –como primer paso- la mayor amenaza terrorista a la que se enfrenta el mundo libre.
 
Sabemos que Rajoy no es Churchill, pero ya va siendo hora de ser conscientes de que la Historia situará a Zapatero al lado de Chamberlain.

En España

    0
    comentarios