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EDITORIAL

Defender a los votantes no es oportunismo

Resulta especialmente sangrante que se acuse al partido naranja de 'oportunismo' cuando defiende posiciones o abandera políticas que ha defendido o abanderado el PP.

Desde hace algunos años, siempre que se aproxima una jornada electoral se produce un espectáculo pueril y lamentable: el que dan los partidos que acusan a otros de andar robándoles votantes.

La mera idea es en sí misma repudiable: los votos no son propiedad de los partidos sino de los votantes; incluso si se han pasado toda la vida confiando en un mismo partido, estos tienen todo el derecho del mundo a cambiar de opinión y depositar su confianza en otro, que desde luego no estará robando nada.

El cambio de voto es, de hecho, un elemento fundamental en democracia, para premiar o castigar a los partidos que se presentan a los comicios para merecer la confianza de los votantes.

Este tipo de obviedades parecen, sin embargo, provocar sarpullidos en, por ejemplo, el Partido Popular, que suele tratar a Ciudadanos como si fuera una partida de forajidos o de parásitos en vez de lo que es, una formación política que trata de atraerse al mayor número de electores desde posturas que los de Rivera denominan a veces liberal-progresistas y que pueden atraer a gente que en otros comicios ha podido votar a formaciones como el PSOE y, por descontado, el Partido Popular.

Resulta especialmente sangrante que se acuse al partido naranja de oportunismo cuando defiende posiciones o abandera políticas que ha defendido o abanderado el PP. Rajoy y los suyos se han retirado de cualquier batalla política que piensen que puede suponerles un coste en términos de imagen pública, y desde su cobardía o, precisamente, oportunismo critican que los demás no les sigan por esa senda.

Ciudadanos no es oportunista cuando pide que la aplicación del 155 en Cataluña sea algo más que una broma, la vuelta a la anormal normalidad anterior al 1-O; ni cuando denuncia el abominable adoctrinamiento nacionalista que sufren los escolares no sólo en Cataluña, también en otras regiones, como Baleares o la Comunidad Valenciana. Y, desde luego, no lo es por denunciar los injustísimos privilegios fiscales de que gozan los vascos y los navarros, tremendamente perjudiciales para el resto de los españoles.

Que un partido acuse a otro por defender los principios y políticas que ya no quiere o no es capaz de defender no sólo es lamentable, sino una pésima estrategia electoral que antes o después pasará a aquél una amarga factura en las urnas.

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