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EDITORIAL

Déficit público, una vergüenza y un engaño

España ha incumplido un año más el objetivo de déficit público. Rajoy sigue la misma senda de despilfarro e irresponsabilidad marcada por Zapatero en materia presupuestaria, con todos los efectos negativos que ello supone para el contribuyente y el conjunto de la economía nacional. Las Administraciones Públicas registraron un agujero fiscal del 6,62% del PIB en 2013, según anunció este viernes el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Esa cifra supone un desvío de algo más de una décima respecto al límite del 6,5% fijado por Bruselas. Sin embargo, el Gobierno ha aplaudido sin rubor dicho resultado, aduciendo que el incumplimiento es mínimo y destacando, además, que este supuesto éxito demuestra el ejercicio de contención y austeridad implementado por el PP.

Tales afirmaciones no sólo constituyen un clamoroso intento de engañar a la ciudadanía, sino que demuestran de forma fehaciente la bochornosa y errónea gestión de Montoro al frente de las cuentas públicas. En primer lugar, España ha incumplido por quinto año consecutivo los objetivos de déficit marcados por la Comisión Europea, lo cual ya es muy grave. Lo peor, sin embargo, es que el desvío se ha producido pese a que Bruselas revisó al alza el límite previsto inicialmente, desde el 4,5% al 6,5% del PIB. Cambiar sobre la marcha el objetivo de déficit para facilitar su cumplimiento es, simplemente, hacerse trampas al solitario. Pero la cuestión es que ni así ha sido capaz Montoro de honrar el compromiso adquirido con las autoridades comunitarias.

De hecho, el resultado es mucho peor si se compara con 2012, ya que el recorte ha sido, no exiguo, sino rídículo. El Gobierno tan sólo tenía que reducir el déficit tres décimas el pasado año, desde el 6,84% al 6,5%. Y, sin embargo, el descenso logrado apenas fue del 0,22% del PIB, unos 2.700 millones de euros en doce meses, ni siquiera el 4% del déficit registrado en 2012. Vender como un éxito una reducción de tal calibre es, como mínimo, surrealista. Especialmente, si se tiene en cuenta que, hoy por hoy, España lidera el descuadre fiscal de la zona euro y que el PP justificó sus salvajes subidas de impuestos en la necesidad de reducir el déficit. Además, el hecho de que el gasto público siga superando a los ingresos en casi 70.000 milones de euros tras seis años de crisis económica y tres de grave crisis de deuda soberana supone una insensatez desde el punto de vista económico, cuando no un insulto hacia el conjunto de los españoles.

El dato, por tanto, es un fiasco, la prueba viva de la fracasada estrategia seguida por el PP para reconducir el descuadre de las cuentas públicas. En lugar de recortar de forma drástica la sobredimensionada estructura estatal, el Gobierno de Mariano Rajoy optó por disparar la fiscalidad a familias y empresas. Ahí está el resultado: 2.700 millones de euros menos de déficit, sobre un agujero próximo a los 70.000 millones. Y ello, dando por buenas las cifras aportadas por Montoro, lo cual, a estas alturas, supone, sin duda, todo un ejercicio de fe a la vista de las trampas contables que llevó a cabo en 2012 con el fin de guardar las apariencias ante la Comisión Europea. Las cuentas públicas españolas son insostenibles. El déficit no se reduce y la deuda pública sigue creciendo sin freno hacia el fatídico umbral del 100% del PIB. Mientras los españoles se han apretado el cinturón para salir adelante, el sector público se ha mantenido intacto a costa de atracar a los contribuyentes. El nuevo incumplimiento del déficit y la fallida estrategia seguida deberían motivar la dimisión inmediata de Montoro al frente de Hacienda. Razones, sin duda, sobran.

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