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EDITORIAL

Deoleo o el nacionalismo económico

España es líder mundial en exportación de aceite sin necesidad de contar con un comercializador “nacional” de referencia

El PP está empleando la misma sinrazón que esgrimen los nacionalistas para justificar su entrada en el capital de Deoleo. El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ha confirmado este viernes que el Gobierno comprará una parte del accionariado de la aceitera para garantizar la españolidad de la compañía, empleando así como burda excusa el muy manido "interés nacional" con el único objetivo de malgastar el dinero del contribuyente en beneficio propio. El fondo británico CVC se acaba de convertir en el nuevo accionista mayoritario de Deoleo, con casi el 30% del capital, tras adquirir los títulos que, hasta ahora, poseían Bankia y BMN. Pero, ante la posibilidad de que el capital foráneo se hiciera con el control total de la empresa, el PP, primero, presionó para que otros accionistas de referencia no vendieran su parte y, ahora, anuncia que intervendrá directamente para que la aceitera  mantenga su nacionalidad, como si las empresas perteneciesen a los países y no a sus únicos y legítimos dueños -personas físicas y jurídicas-. En este sentido, se suele aducir correctamente que el capital no entiende de fronteras, no así algunos gobiernos, muy dados a envolverse en la bandera siempre que el interés político -que no el general- lo requiera.

Deoleo es un nuevo ejemplo de este particular nacionalismo económico. El Ejecutivo de Mariano Rajoy prevé adquirir una parte de la compañía a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) para evitar que caiga en manos extranjeras. Lo primero que llama la atención es la elección de la compañía en cuestión. No en vano, ¿por qué el Estado entra en Deoleo y no en el resto de sociedades radicadas en España que, sin embargo, han sido compradas por inversores foráneos? De hecho, este discurso contradice por completo la estrategia económica que ha seguido el PP hasta el momento, dirigida, en teoría, a atraer inversión exterior para impulsar el crecimiento y la creación de empleo. Curiosa forma de dar la bienvenida al capital foráneo, sin duda.

Ante esta evidente contradicción, los populares alegan que la entrada del Estado está más que justificada ya que, en el fondo, se trata de un sector estratégico. Pero, si el aceite es un activo nacional de carácter "estratégico" que precisa de blindaje estatal, cabría preguntar a Cañete por qué discrimina entonces el trigo de Castilla, las naranjas de Valencia, la huerta de Almería o el jamón ibérico o el de Teruel. El razonamiento que usa el Gobierno para justificar lo injustificable essimple y puro maniqueismo intervencionista. España es líder mundial en exportación de aceite sin necesidad de contar con un comercializador "nacional" de referencia, y aún menos estatal. No en vano, Deoleo apenas comercializa el 10% de la producción de aceite de oliva, mientras que los agricultores españoles generan el 50% de la producción mundial. Así pues, hay otros muchos comercializadores de aceitunas españolas. De hecho, curiosamente, Deoleo compró previamente marcas italianas como Bertolli, Carapelli, Sasso o Maya sin que Roma vetara o dificultara la operación. La visión nacionalista del PP es absurda a todas luces, pero aún más intolerable, si cabe, en una situación de crisis como la actual, en donde el sector público sigue registrando el mayor déficit público de Europa y, por tanto, no está para tirar aún más dinero en la intervención de empresas, especialmente, tras el muy oneroso rescate de cajas y autopistas.

En realidad, la decisión del PP responde a intereses muy distintos a los esgrimidos públicamente. Se trata de una operación de marketing político para mantener o ganar votos empleando como argucia electoral la españolidad de Deoleo. La estrategia no es nueva. Los nacionalistas catalanes y vascos utilizan sus banderas de forma habitual, solo que para fines mucho más amplios y diversos. Ejemplo de ello es el dinero que inyectó en su día la Generalidad para conservar la catalaneidad de la, hoy quebrada, Spanair. Los nacionalistas inyectaron decenas de millones de euros del contribuyente para contar con su particular aerolínea de bandera, usando argumentos muy similares a los del PP. El nacionalismo es una lacra siempre y en todo lugar, no sólo a nivel político sino también económico.

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