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EDITORIAL

Desgobierno en la UPV

Cosas como esta, que un profesor acuda con escolta a clase y que tenga que soportar las intimidaciones de un compañero, no se dan en ningún otro lugar de Europa y, naturalmente, en ninguna universidad del mundo.

La Universidad del País Vasco (UPV) ha sido desde su fundación hace 25 años uno de los campos de trabajo en los que la ETA y su siniestro entorno de organizaciones pantalla se ha centrado con mayor dedicación. Profesores como Gotzone Mora vienen desde hace mucho tiempo denunciando la insostenible situación de los docentes que no tragan con las tesis nacionalistas. Amenazas e injurias continuas han tenido que soportar durante un cuarto de siglo los que, por principios, se han negado en redondo a plegarse a los dictados nacionalistas marcados desde el Gobierno vasco y cuya ortodoxia ha sido siempre mantenida con mano férrea por los más radicales.
 
Los estudiantes no se han librado del anormal ambiente académico en una Universidad que, según en qué cosas, es todo menos un pacífico centro de estudios. Huelgas injustificadas, algaradas en el campus inspiradas por los mismos que durante el fin de semana incendiaban cajeros y un estado de tensión constante que ha contribuido a hacer de esa Universidad la más célebre de España, pero para lo malo. Todavía están frescas en la memoria de muchos los favores que ciertos alumnos cercanos a Batasuna obtenían por su militancia, o las delirantes clases en las que muchos profesores, escudándose en la libertad de cátedra, enseñaban odio destilado a los alumnos que les tocaban.
 
Durante la etapa de Aznar, si bien no se pudo poner coto a los muchos abusos que se han perpetrado en aquel campus, se consiguió que los presos de la ETA no tuviesen la oportunidad de cursar sus estudios en la UPV. Fue llegar Zapatero al Gobierno y todo cambió. Desde finales del año pasado los que cumplen penas en Francia pueden matricularse en la Universidad del País Vasco que, además, les devuelve la cortesía asignándoles profesores afines ideológicamente, mejores becas y beneficios económicos en la matrícula. Un premio para los que han violentado la convivencia en el País Vasco y un acicate para que los que vengan sepan de antemano que la Universidad autonómica sabrá comprenderles.
 
La UPV no se ha detenido ni siquiera ante individuos condenados por pertenencia a la ETA como Joseba Garmendia, que, a pesar de estar en la cárcel durante tres años por ser el cerebro de las Herriko Tabernas, pudo tomar posesión durante aquel periodo de su plaza de profesor de Economía Aplicada. Al final de su condena Garmedia ha decidido que no quiere impartir clase pero sí conservar el despacho que posee en el centro junto al de otro profesor, el diputado Iñaki Ortega, a quien ha amenazado en repetidas ocasiones y que se ve obligado a acudir a la Universidad escoltado. Cosas como esta, que un profesor acuda con escolta a clase y que tenga que soportar las intimidaciones de un compañero, no se dan en ningún otro lugar de Europa y, naturalmente, en ninguna universidad del mundo.
 
Con parte del profesorado viviendo en permanente estado de sitio la UPV rizó ayer el rizo del despropósito al amparar el nombramiento de Galder González como presidente del Consejo de Estudiantes. González es un consumado terrorista callejero que no ha escatimado recursos para auparse a la presidencia del citado consejo. Según parece, el proceso electoral estuvo plagado de irregularidades, desaparecieron papeletas y otros candidatos fueron amenazados de un modo explícito. Lo de siempre, protagonizado por los de siempre y en la Universidad de siempre. Sin embargo, tal y como ha hecho notar el Partido Popular, con Galder González es la primera vez que la representación de los estudiantes de la UPV está en manos de un miembro vinculado directamente con la ETA. Motivo de preocupación y de reflexión en un momento en que el Estado de Derecho se encuentra más amenazado que nunca.

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