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EDITORIAL

Draghi yerra el tiro, una vez más

La mayoría de políticos y autoridades públicas no han aprendido las valiosas, aunque duras, lecciones de la presente crisis.

El Banco Central Europeo (BCE) insiste en aplicar una receta profundamente equivocada, ya que el diagnóstico del problema también parte de una base errónea. El presidente de la institución, el italiano Mario Draghi, anunció el jueves una nueva batería de estímulos monetarios cuya efectividad resultará, una vez más, nula, cuando no profundamente contraproducente. Entre otras medidas, el BCE bajó el tipo de interés oficial al 0%, amplió su plan de compra de activos hasta los 80.000 millones de euros al mes y lanzó una nueva ronda de financiación gratis al sistema bancario de la zona euro con el objetivo último de reactivar la expansión del crédito a familias y empresas, bajo la vana ilusión de potenciar el consumo, la inversión y, en última instancia, el débil crecimiento que sigue presentando la Unión Monetaria.

Dicha estrategia, al igual que sucede en otras materias, evidencia que la mayoría de políticos y autoridades públicas no han aprendido las valiosas, aunque duras, lecciones de la presente crisis. Olvidan que el colapso financiero de 2008 tiene su origen en una expansión crediticia previa que carecía de bases sólidas, ya que no estaba respaldada en ahorro real, y que fue alimentada, precisamente, por los bajos tipos de interés que los bancos centrales aplicaron a uno y otro lado del Atlántico. Tratar de solventar una crisis repitiendo el mismo error que la originó ya es lo suficientemente grave como para invalidar por completo este tipo de herramientas monetarias.

Pero es que, además, un problema de deuda no se puede solventar con más deuda, que es justo lo que pretende Draghi. Quienes aplauden este tipo de anuncios fijándose en la recuperación que ha experimentado EEUU no reparan en que el fuerte crecimiento de la primera potencia mundial no se debe a los bajos tipos de interés de la FED ni a su compra masiva de deuda, sino a la potente y flexible estructura productiva de la economía estadounidense. Es decir, EEUU crece a pesar de la FED, no gracias a ella. Y la prueba es que Japón lleva más de 20 años repitiendo una y otra vez esta particular receta monetarista sin éxito, como bien refleja su crónico estancamiento económico.

Abaratar el crédito no funciona en la zona euro porque el problema que presentan algunos bancos y economías no es de liquidez, sino de solvencia. Por mucho que el BCE se empeñe en que el sistema financiero conceda créditos, la clave es que todavía no existe una demanda lo suficientemente solvente capaz de asumir dicha oferta. Dicho de otro modo, muchas familias y empresas europeas están muy endeudadas tras la burbuja crediticia de la década pasada y lo último que desean es endeudarse más. Como consecuencia, el exceso de liquidez que está generando el BCE no se dirige a la economía real, sino a la compra de deuda pública, generando con ello una nueva y peligrosa burbuja de renta fija que, tarde o temprano, también acabará estallando.

De hecho, la agresiva política que ha puesto en marcha Draghi se está traduciendo en tipos de interés negativos -en deuda pública, Euríbor y dentro de poco también depósitos- que, además de constituir una grave anomalía, terminará traduciéndose en un nuevo impuesto a familias y empresas, solo que por la puerta de atrás. Y lo peor de todo es que este tipo de estímulos dificultan en gran medida la salida definitiva de la crisis por dos razones básicas: en primer lugar, porque los tipos bajos desincentivan el necesario, sustancial y urgente desapalancamiento que aún deben acometer algunas de las economías más débiles de la zona euro tras las ruinosas inversiones llevadas a cabo durante la anterior burbuja crediticia; y, en segundo término, porque la nueva burbuja de deuda pública que está creando el BCE socava la voluntad de los estados para acometer las profundas reformas y ajustes que aún están pendientes.

En definitiva, el BCE se equivoca. Los nuevos estímulos no reactivarán el crédito, engordarán aún más la preocupante burbuja de deuda pública que ya sufre la zona euro y, en última instancia, obstaculizarán la aprobación de las únicas medidas realmente efectivas para impulsar el crecimiento y la creación de empleo sobre bases sólidas.

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