Menú
EDITORIAL

Duran el pirómano

Es uno de los personajes más nefastos de la escena política española, uno de los grandes responsables de la formidable crisis nacional que padecemos.

Josep Antoni Duran i Lleida sigue volcado en ese papel que le está dando –muy bien– de comer desde hace tantos, tantos años: el de político con gran altura de miras que es capaz de arrostrar duras críticas de tirios y troyanos con tal de forjar acuerdos de hondo calado. Duran o la moderación vendría a ser, según su modesta impresión –compartida por sus voceros en Madrid y Barcelona–, el prototipo de hombre de Estado que tanto necesitaría España en esta hora crítica.

La realidad, en cambio, es muy otra. Josep Antoni Duran i Lleida es uno de los personajes más nefastos de la escena política española, uno de los grandes responsables de la formidable crisis nacional que padecemos. Tantas veces, su moderantismo no es sino cáculo falsario y maniobrero, coartada para los desafueros de sus compinches más impresentables en el desafío secesionista lanzado por su socio convergente Artur Mas. Duran parece estar ahí no para poner coto a los desmanes del separatismo montaraz, sino para no asustar a las personas de bien; lo que le hace no menos sino incluso más culpable que los fanáticos que no disimulan.

Ahora le ha dado por emular a Jeremías y vaticinar lastimero grandes males si el Gobierno central no se aviene a negociar con el de su autonomía. Conmovedor espectáculo. Partirá el corazón a tanto timorato acomodaticio y a los que, como él, gustan derramar lágrimas de cocodrilo. Pero lo cierto es que su espectáculo es patético, y su papel un papelón, en el más bochornoso sentido de la palabra. Ahora más que nunca, es necesario desenmascararlo: el estadista Duran está demandando a España que se suicide, que haga saltar por los aires su ordenamiento jurídico y viole los principios fundamentales de su Carta Magna, para así satisfacer los delirios liberticidas de un Gobierno autonómico abiertamente desleal, que se ufana de no cumplir las legislación vigente y que somete la convivencia a una tensión tremenda.

Duran no es un gran hombre de Estado, ni mucho menos. Duran es, más bien, un pirómano que lleva puesto un disfraz de bombero. Un sujeto, pues, especialmente peligroso.

Temas

En España

    0
    comentarios