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EDITORIAL

El Brexit y la reformulación de Europa

El Brexit ha ganado en Reino Unido
El Brexit ha ganado en Reino Unido | Efe

La ajustada victoria del Brexit en el referéndum celebrado este jueves marcará un antes y un después en el devenir de Reino Unido, pero también de la UE. Los británicos conformaban uno de los grandes pilares de la integración europea, además de representar una de las principales potencias de la economía continental. El abandono del proyecto comunitario abre, por tanto, un período de grave incertidumbre e inestabilidad, cuya resolución marcará, en gran medida, el futuro económico y político del Viejo Continente. Es momento, pues, de pararse y reflexionar.

Los primeros en hacerlo deben ser los propios británicos y sus representantes. David Cameron ha cometido una irresponsabilidad histórica al plantear un referéndum de estas características, cuyo fin no era otro que reforzar su liderazgo y solventar la profunda división interna que sufrían -y sufren- los conservadores en torno a la UE. Algo similar sucede con el líder de los laboristas, Jeremy Corbyn, cuya campaña a favor de la permanencia ha resultado inocua e ineficaz, lo cual evidencia el actual divorcio que existe entre el partido y sus tradicionales votantes. Y, por supuesto, la sociedad británica en su conjunto debería analizar en profundidad las causas que impulsan su arraigado antieuropeísmo, puesto que los impulsores del Brexit no han dudado en tirar de demagogia, mitos y falsedades para tratar de convencer a los electores de las ventajas de la salida, a pesar de que, en realidad, tendrá consecuencias negativas.

A partir de ahora, las autoridades comunitarias y británicas afrontan una larga y ardua negociación para ejecutar una salida lo menos traumática y lesiva posible para ambas partes. Sin embargo, con independencia del resultado final de dicho proceso, se abre también un necesario período de reflexión sobre el futuro rumbo que deberá adoptar la UE. La crisis económica, la crisis del euro y los problemas relacionados con la inmigración han alentado movimientos populistas de distinto signo por media Europa, cuyo auge amenaza con dinamitar por completo la integración europea.

Por desgracia, la UE se ha ido convirtiendo con el paso de los años en un súper estado controlado por y para burócratas con ansias de más poder político e intervencionismo económico. La Europa de los mercaderes, la auténtica y fructífera semilla de la UE, ha ido transitando hacia la Europa de los políticos, un proyecto homogeneizador y netamente estatista cuyo avance amenaza con generar nuevas tensiones insalvables.

La UE debe inspirarse en sus principios fundacionales para reinventarse sobre bases sólidas y duraderas. El libre movimiento de bienes y servicios, capitales y personas del que nace la Unión ha logrado generar el mayor período de crecimiento y paz del continente en siglos. Esa histórica conquista, consistente en derribar las fronteras nacionales que impedían o dificultaban el libre tránsito y comercio entre europeos, es, sin duda, el gran éxito de la UE. Si, por el contrario, se apuesta por blindar y engordar al enorme mastodonte burocrático de Bruselas, el proyecto acabará haciendo aguas. La UE necesita más Europa, más sociedad civil y económica, pero menos Bruselas.

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