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EDITORIAL

El cine y la racionalidad según Carmen Calvo

Sólo la creación de una industria puede ayudar al cine español, y si algo nos enseñan siglos de políticas proteccionistas es que jamás sirven para poner a una industria local protegida al nivel de las que compiten en el mercado internacional.

Por más que se hayan realizado intentos excelsos de denigrar al cine español, muchos de ellos en nuestras propias páginas, ninguno supera la petición de la Federación de Cines de España (FECE) de que se elimine la cuota que obliga a proyectar cine español o que se considere algún tipo de retribución por mantenerla, ya que ha de reconocerse "que una sala en la que se proyecta cine español es una sala abierta y vacía, lo que supone una gran pérdida".

Estas declaraciones ayudan a comprender mejor que no sólo pagamos a los cineastas patrios mediante subvenciones, sino también por el encarecimiento de costes que para los cines supone proyectar sus películas. Algo que se traduce o bien en salas cerradas, con los inconvenientes y costes de tener que desplazarse más para ver la película que queremos, o bien en unos precios más altos, pues para que el negocio sobreviva tienen que recuperar ese dinero cobrando más a quienes van a ver cine más a su gusto.

Con todo, habrá siempre quien lo justifique por la protección que así se ofrece al cine español. Sin ir más lejos, la propia ministra de Cultura, Carmen Calvo, ha llegado a decir que eliminar la cuota de pantalla "sería una contradicción insostenible desde el punto de vista de la racionalidad, ya que esta ley se hace para mejorar el cine de nuestro país". Es decir, que como la intención es buena, los resultados han de serlo también, y quien diga lo contrario es irracional. Sin duda, una conclusión digna de la extravagante lógica mental de una ministra que destaca por su incapacidad aun en un gabinete de incompetentes.

Sin embargo, la única medida de todas las que se han introducido durante estos años que puede decirse que algo ha hecho para que el cine español sea más visto ha sido la obligación de que las televisiones privadas inviertan en él. La razón es que ha obligado a estas empresas, que llevan años ajustándose al gusto del público, a involucrarse en la producción de filmes que, como Alatriste, se hacen con intención de ser vistos por un número más que aceptable de espectadores, amén de intención de exportarlos. Pero no existen motivos por los que sea "racional" desvestir al santo de la televisión para vestir al del cine, salvo que las preferencias arbitrarias de la ministra de Cultura se consideren una razón de peso.

Sólo la creación de una industria puede ayudar al cine español, y si algo nos enseñan siglos de políticas comerciales proteccionistas es que jamás sirven para poner a una industria local protegida al nivel de las que compiten en el mercado internacional. Las quejas de los exhibidores por la imposición de una cuota de pantalla son, por tanto, completamente racionales.

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