No una sino dos mociones de censura de Podemos van a debatirse en apenas seis días: la de Cristina Cifuentes, que ha empezado a ser discutida este mismo jueves, y la de Mariano Rajoy, que se desarrollará a partir del martes.
A pesar de su ámbito político muy diferente, las dos tienen importantes similitudes: ambas las plantea, contra el partido que ganó las elecciones, el que quedó en tercera posición –a enorme distancia–; ambas están desde el primer momento condenadas al fracaso y, sobre todo, ambas han sido concebidas no como herramientas que permitan aportar algún beneficio a la ciudadanía, sino como meros vehículos propagandísticos.
La mejor prueba de que Podemos no pretende que tengan consecuencias reales más allá de la propaganda es el método elegido para presentarlas: primero un anuncio a bombo y platillo y después una tibia negociación, más bien un trágala, con las restantes fuerzas políticas, aviesamente predispuestas al no. No es de extrañar, por tanto, que al final Podemos no vaya a obtener más votos que los suyos y los de los nacionalistas de ERC y EH Bildu, siempre dispuestos a intervenir en todo aquello que crean que puede debilitar a España.
Mientras acusan al PP de servirse de las instituciones, lo que hacen los liberticidas de Podemos es exactamente eso: usar dos órganos de representación tan importantes como el Congreso de los Diputados y la Asamblea de Madrid como un plató televisivo para dar rienda suelta a su ominosa estrategia propagandística.
Lo curioso es que, allá por 2015, cuando eran aún una fuerza sin representación institucional, los de Pablo Iglesias daban a entender que su mera presencia en las instituciones iba a solucionar todos los problemas de España.
Ahora Podemos está poderosamente presente en los Parlamentos del país, pero en ellos no aborda los asuntos que de verdad preocupan a los votantes, no proponen ninguna iniciativa legislativa relevante. Lo único que han conseguido es convertir los hemiciclos en circos grotescos saturados de chabacanería e incluso poblados por delincuentes condenados.
Podemos en las instituciones no está sino exhibiendo su pulsión liberticida y su tremebundo despotismo antiilustrado. No hacen nada por el pueblo ese que no se sacan de sus bocas charlatanas. Nada bueno. Los neocomunistas son, sin la menor duda, uno de los grandes problemas que tiene planteados España.