Menú
EDITORIAL

El clérigo aprendiz de Sadam

Las acciones de terroristas como Muqtada Al Sader degradan y corrompen el débil tejido en el que se basa la civilización; el que diferencia civiles de militares, iglesias y campos de batalla.

Mientras prometía que iba a someterse a las condiciones del gobierno iraquí, sus hombres atacaban en Ciudad al Sadr a las tropas norteamericanas. El terrorista chií ha decidido parapetarse otra vez dentro de uno de los lugares más sagrados de su religión utilizando además, como Sadam en su día, de escudos humanos. Su jugada es clara: confía en que sus enemigos tengan más respeto hacia las creencias religiosas y las vidas humanas más o menos inocentes que la que posee él mismo. Hasta ahora, este tipo de jugadas le habían salido bien, pero es dudoso que ésta sea una de esas ocasiones.
 
Esta nueva revuelta difiere de la de abril, principalmente, en dos cosas. No ha sido acompañada por otros grupos y no tiene enfrente a Paul Bremer, sino a un gobierno iraquí. Hizo primero una oferta muy poco seria, exigiendo el control absoluto sobre Nayaf a cambio de ceder en una lucha que sabe tiene perdida. Alaui, que debe mostrarse como el hombre fuerte del país, no podía aceptarlo. Su error fue hacer una contraoferta. Entre ultimátum y aceptación mentirosa del clérigo, se ha dado tiempo a que acudan los escudos humanos al mausoleo de Alí.
 
Sin embargo, hay razones para pensar que ni siquiera la presencia de estos fanáticos interrumpirá la ofensiva. En Irak había un par de tabúes para las fuerzas de la coalición: la prensa y los lugares sagrados. El lunes cayó el primero, cuando la policía iraquí ordenó la salida de Nayaf de todos los reporteros presentes en la ciudad, bajo amenaza de ser detenidos. Esto indica una cierta determinación en destruir el segundo. De ello depende, en buena medida, el futuro del gobierno interino, pues sólo una reacción firme puede reducir el nivel de inseguridad que vive el país.
 
Las acciones de terroristas como Muqtada Al Sader degradan y corrompen el débil tejido en el que se basa la civilización; el que diferencia civiles de militares, iglesias y campos de batalla. Está basado en una serie de valores que nos imponen restricciones: por ellos no tememos que Inglaterra utilice sus bombas nucleares. Sin embargo, la llamada "guerra asimétrica", que confía en el autocontrol occidental como baza en la lucha, no hace sino abusar de él hasta límites intolerables. El uso de escudos humanos es, quizá, el ejemplo más claro de esta práctica. Pero Dresden e Hiroshima nos demuestran que la cuerda puede romperse en ocasiones, si se estira demasiado. Esta puede ser una de ellas.

En Internacional

    0
    comentarios